El tema prohibido

Banksy

En muchos lugares ya no se puede hablar del tema.

En sobremesas, chats familiares, o en simples pláticas entre cuates, ya es un tema tabú. Decir las palabras está prohibido. Para qué.

Y es que hoy en México expresar tus ideas políticas puede desencadenar una discusión, una afrenta, varias descalificaciones y un inevitable distanciamiento. Atrás ha quedado la mesura, los matices, el intercambio de ideas, la argumentación y otras tantas prácticas sanas propias de la sabiduría de este especie humana.

Pensar diferente está prohibido. Mencionar el nombre del «rival» sin descalificarlo, también.

Vivimos atrapados en un terreno donde pareciera que sólo dos polos son visibles. O estás a favor de todo lo que promueve el gobierno de López Obrador, o estás en contra de cualquier iniciativa del movimiento del tabasqueño.

Como si todo fuera a ganar o perder, como si todo se tratara de un discurso maniqueo entre “buenos” y “malos”, como si no existieran los puntos medios y como si la historia no nos hubiera enseñado nada en los últimos miles de años.

El enfrentamiento ha llegado a tal nivel que en ciertos grupos ni se puede mencionar el nombre completo del presidente. O del mismo modo, cualquiera que esté en contra de alguna iniciativa presidencial, es un traidor, un vendido, un conservador, corrupto y neoliberal.

Coincidir y disentir, está prohibido. Los argumentos ya no valen la pena.

Es cierto que hoy en México se manifiestan dos grandes visiones de país y dos grandes modelos políticos, sociales y económicos, obviarlo sería no entender el contexto. Sí, es cierto que unos proponen quitarle la mayor fuerza posible al Estado y otros están en contra de darle mayor participación a las empresas privadas nacionales y extranjeras en la gestión de los recursos públicos de México.

Es cierto que unos proponen una economía neoliberal, capitalista y globalizada y otros tienen una visión que se opone a dejar cualquier bien público en manos de las leyes de la oferta y la demanda del mercado.

También es cierto que históricamente hemos sido un pueblo dividido entre ricos y pobres. Siempre han existido algunos cuantos que tienen una enorme fortuna y grandes sectores sociales que han quedado marginados. No podemos tapar el clasismo, el racismo y la disputa política que ha existido desde tiempos del colonialismo en México.

A grandes rasgos, es cierto.

Pero precisamente por esta gran división histórica en México, hoy urge el diálogo y los puntos de encuentro. Es sano hablar de política. Es sano compartir ideas, reflexiones y razonamientos. Es sano escuchar y ventilar estos temas, te abre la mente y te expande el criterio. Se libera la cabeza y se practican extraños valores como el respeto, la tolerancia, la empatía y la compasión. La división, históricamente, no ha funcionado.

Nos hace falta entendernos y ver desde dónde parten nuestros pensamientos. Porque se vale cambiar y también se vale no estar siempre de acuerdo. Analizar caso por caso, quitarse la venda partidista y ver por el interés ciudadano. A veces cederemos y otras convenceremos. Y quizás así, llegaremos a ciertos acuerdos.

Hoy otra vez temblará en México y se abrirá otra división con la discusión de la #ReformaEléctrica. Lo más probable es que de nuevo se descalifiquen unos a otros y el bien común quede en segundo o tercer plano, relegado y olvidado en terreno ajeno. Y eso, de poco le servirá al país y al pueblo.

Disculpen la ingenuidad, pero…¿hasta cuándo seguiremos defendiendo políticos y no intereses ciudadanos?, ¿hasta cuándo cambiaremos de sistema o método?, ¿hasta cuándo nos pondremos de acuerdo?