Fuego

Cuando llegamos al campamento, el volcán estaba tranquilo. Era una tarde despejada, se veía claro Fuego y la luna se alineaba con Agua. Y ya con eso, mi alma y mis rodillas se sentían en paz.

Había escalado en cinco horas el Acatenango y estaba en el pico de «Las Tres Hermanas», uno de los cinco volcanes que bajan en macizo, de norte a sur, por el arco centroaméricano de Guatemala.

El Acatenango es un estratovolcán con 3,880 metros de altura. Se encuentra unido al volcán de Fuego, y la unión de ambos, es conocida como «La Horqueta». Acatanengo está dormido, pero Fuego es uno de los volcanes más activos de Latinoamérica.

Hace un mes perdí el miedo a escalar y a no poder. Con Pacaya aprendí que, aún con cuarenta vueltas y a un ritmo semi lento de mucha recuperación, las cimas se pueden subir. Acatanengo es el doble de difícil que el volcán Pacaya y desde su cintura se ven los volcanes de Fuego y Agua. Yo dormí frente a Fuego esa noche y esa noche Fuego despertó.

Por primera vez en mi vida vi un volcán haciendo erupción. Fueron más de ocho horas de actividad volcánica continua. De noche y de día. Primero con el atardecer, luego en plena madrugada y por último en la mañana. De la actividad que se tiene registro, esta fue una de las erupciones más grandes de los últimos cuatro años.

Al día siguiente bajamos y al llegar a Antigua nos enteramos de lo que había pasado, ya era noticia internacional. Había sido una erupción grande, hubo comunidades desalojadas y fue una noche larga. El viento trajo de vuelta las cenizas y horas después el parque nacional cerró.

Y ahí estaba mi equipo y yo. Sin miedos, con buena vibra y calidad. Emocionados de lo que habíamos visto. Con pocas palabras para describir lo sucedido. Aún con adrenalina. El día que subimos Acatenango y Fuego explotó.

Dedicado a todo el grupo que hizo el viaje conmigo a los adentros de Centroamérica. Maltiox.