Periodismo de paz

El acercamiento puede ser diferente. Se pueden explorar las causas, estudiar los personajes y dar voz a todas las partes. Puede haber otra forma de contar la historia y cuestionar los acontecimientos, el espacio está abierto y no sólo es problema de dos. Se puede tener la habilidad de denunciar las violaciones de los derechos humanos y disminuir el nivel de tensión en situaciones de conflicto. Ser crítico y ser activo. Sin identificarse con ningún bando, sin defender intereses, sin ser una voz que impone desde el poder, sin señalar enemigos. Una comunicación horizontal.

Desde hace tiempo corre la idea que puede haber otro tipo de periodismo; uno que no divida, que sea transparente y que informe en libertad. Uno que se quite el protagonismo y sea capaz de promover procesos de recuperación y paz. No se declara la panacea, pero es otro paradigma.

El concepto de periodismo de paz surgió en los sesenta en Noruega cuando el sociólogo y matemático Johan Galtung presentó sus estudios de paz y de conflicto, en una época dominada por la guerra fría y la división del mundo en dos grandes bloques. Su investigación se basó en entender el comportamiento de los medios en momentos de crisis y planteaba que gran mayoría de la prensa abordaba la información desde la confrontación, desde “el nosotros y el ellos”, desde la violencia. Un periodismo orientado a la guerra donde se ocultan los matices, se descontextualiza la información y no se profundizan las causas. La información se hace opaca y secreta. Es a ganar o a morir.

Galtung propuso un paradigma diferente. Un periodismo que investigara a fondo los orígenes del conflicto y difundiera los efectos invisibles de la violencia, que hablara del daño humano y los traumas colectivos. Uno que atendiera las causas y buscara reconstruir el tejido social a mediano y largo plazo. Un periodismo convencido de que la información sirve como herramienta en el proceso de reconciliación y que también puede producir cambios. Un periodismo crítico, un periodismo responsable. 

Así surgió un movimiento al que se sumarían investigadores como Jake Lynch, Robert Hackett, Yuezhi Zhao, Annabel McGoldrick, Samuel Peleg y Noam Chomsky. Mentes brillantes que ofrecieron una alternativa, el intento de construir otra realidad. 

Sin embargo, también hay críticas que se han cruzado en el camino de este modelo. Cómo lograr que el producto sea sostenible y rentable, cómo atraer audiencias y cómo vencer el consumo de violencia y sus altos ratings. Desde dilemas éticos hasta principios prácticos y el papel del internet. Hasta dónde debe involucrarse el periodista con el cambio social y cómo lograr que el producto informativo sea relevante. Cómo no ser presa de una sola fuente. Cómo vencer el aparato mediático que produce noticias orientadas a la guerra y al recuento de los daños. Uno que cría cuervos y villanos. 

Yo la primera vez que escuché el término fue hace un año en Barcelona y desde entonces me llamó toda la atención. Me parece que en tiempos de cólera es importante hablar de estos temas. En tiempos de muros y fronteras, vale la pena revisar alternativas y cuestionar el sistema. Estudiar los efectos invisibles y los perfiles psicológicos de todas las partes. Creo que vale la pena estudiar e informar sobre las crisis humanitarias. Hablar de la historia que hay detrás de los migrantes, de los desaparecidos, de los refugiados, de los marginados, de los feminicidios. En tiempos de odio y miedo, estoy convencido que la información y el conocimiento pueden cambiar la realidad. 

Hoy más que nunca, creo que vale la pena seguir escribiendo. Porque la paz no es el desenlace, es el camino. Porque vale la pena el desafío, porque vale la pena investigar. 

Referencias:

“El periodismo de paz como paradigma de comunicación para el cambio social: características, dimensiones y obstáculos” por Eva Espinar Ruiz y María Isabel Hernández