Una de las historias más contadas en la historia del arte es la del Pigmalión; aquél mitológico rey de la isla de Creta que algún día se enamoró de una de sus estatuas de marfil, de la ninfa Galatea. Según la leyenda, el deseo del Pigmalión se volvió tan fuerte que la diosa Afrodita decidió ayudarle y en un sueño le dio vida a la piedra, le dio vida al arte y le dio vida a Galatea. El dilema fue inspiración de genios como William Shakespeare, Goethe y Bernard Shaw, y Galatea se volvió la ninfa de pintores, escultores y poetas. La historia del Pigmalión abordaba tantas interpretaciones, que incluso un buen día inspiró a la ciencia.
En 1968 los psicólogos Robert Rosenthal y Lenore Jacobson seleccionaron a un grupo de profesores en Estados Unidos a los que les informaron que sus alumnos habían sido evaluados con un test intelectual y se les hicieron saber los resultados. Al final del año, los alumnos que habían sido los mejores calificados en el test fueron los que tuvieron el mejor rendimiento en el curso, mientras que el resto había fallado. Lo valioso del estudio es que en realidad los niños nunca fueron sometidos a ningún test y que aquellos con supuesta mejor calificación en realidad habían sido seleccionados al azar. Así, Rosenthal y Jacobson demostraron que la percepción de un sujeto sobre otro impacta el comportamiento de ambos y esto hace que la creencia original se vuelva verdadera. A este fenómeno se le llamó el efecto Pigmalión en la sociología moderna, el poder de las creencias de los demás en nuestra conducta y el poder de nuestra conducta en las creencias de los demás.
El efecto Pigmalión encuentra su origen en la teoría de la profecía auto cumplida, un poderoso concepto que fue introducido por el sociólogo Robert Merton en los años cuarenta. Él advirtió que las creencias tienen el poder de generar y moldear nuestra conducta para que al final se cumpla la creencia. Según esta corriente, nuestras creencias son tan fuertes que nosotros les damos el valor de reales y por eso se manifiestan. No reaccionamos a las situaciones, reaccionamos a la manera en la que las percibimos esas situaciones y el comportamiento que adoptamos. Es una predicción que una vez hecha, es en si misma la causa de su existencia. Por eso la profecía se cumple y la creencia, para bien o para mal, se hace verdadera. Por eso dicen que nosotros vamos atrayendo lo que creemos. No es algo místico, es algo natural. Nuestra conducta y nuestras acciones buscan cumplir nuestras creencias. Las expectativas que vamos generando, las vamos cumpliendo.
El efecto Pigmalión y el principio de la profecía auto cumplida tienen diferentes lecturas y son fuente de merecidos debates y reflexiones. De mi parte, lo que me llamó más la atención fue darme cuenta del poder de nuestras creencias, el poder de nuestro comportamiento y el poder de nuestra conciencia. Nuestras creencias se vuelven realidad, porque actuamos convencidos de que son ciertas. Al ser conscientes de esto, podemos estar muy atentos de las creencias que vamos construyendo y la realidad que vamos proyectando. Encontrar el equilibrio de nuestra realidad, significará en gran medida encontrar el equilibrio entre la confianza y el miedo. Entender el origen de nuestras creencias nos hará entender el camino recorrido y el que se puede recorrer. No se puede cambiar lo que no se reconoce.
Por eso siempre estaré a favor de crear conciencia. Ser consciente te puede dar el don de cambiar como individuo, como tribu y como sociedad. Observar nuestros pensamientos y nuestras creencias nos hará conocernos, nos permitirá identificar patrones de comportamiento, muletillas personales y mecanismos de defensa. Vale la pena identificar qué tanto confías en ti y qué tanto te saboteas. Cuántas puertas abres y cuántas también cierras. Y es que al final, cuando confiamos en algo las posibilidades de actuar se vuelven infinitas. Creo eso eso es lo más valioso del efecto Pigmalión, que las profecías pueden ser positivas.
Referencias:
Self-Fulfilling Prophecies, The Oxford Handbook of Analytical Sociology, por Peter Bearman
Using Self-Fulfilling Prophecies to Your Advantage, by Caroline Kaufmann