A medida que me alejaba de las ciudades grandes y me adentraba en la Costa Dorada de Australia, se escuchaba con más fuerza la leyenda de un lugar paradisiaco donde todos eran iguales, donde no existían clases, donde la gente era libre y todo estaba permitido. Un lugar sin ley. Me refiero a Nimbin, un pequeño poblado que está escondido en la selva baja del la Gold Coast de Australia, a una hora y media del famoso faro de Byron Bay, en la región del Rainbow en Nueva Gales de Sur.
Aunque esta tierra pertenecía al clan indígena de Whiyabul, gran parte de su historia moderna se remonta a 1973 cuando aquí se llevó a cabo la cuarta edición del “Aquarius Festival”, una fiesta dedicada a las artes, la música y la “contra cultura”. Cuenta la historia que el Festival se convirtió en una leyenda al nivel de Woodstock y que aquí nació la cultura “hippie” en Australia. Al final del evento, cientos de hippies decidieron quedarse para vivir en estos alrededores en comunas; comunas auto gestionadas, sustentables, libres de la intervención del gobierno y libres de las prácticas neoliberales del mercado.
De alguna manera, Nimbin se convertiría en ese experimento social que buscaría demostrar que también se puede vivir en pequeños núcleos sostenibles, en donde se trabajara el campo y la tierra, y en donde se consumiera lo que se produjera. Un lugar que tuviera su propia escuela y donde se impartiera una educación diferente e independiente. Un lugar donde los vecinos hicieran comunidad y todos salieran adelante. Un valle donde todos tuvieran tierras y oportunidades. Y también, Nimbin buscaba ser ese lugar en donde se permitiría y promovería un consumo responsable. Donde estuvieran legalizadas las drogas y donde el consumo dependiera de un público educado y consciente. Donde se pudiera llevar un control y en donde se eliminara la mafia del mercado.
En teoría, y en los años setenta, Nimbin buscaba ser ese lugar perfecto, ese lugar tan ideado, ese lugar tan cerca de la selva y tan lejos del sistema.
La realidad muestra cuatro décadas después que Nimbin ha sido pionera y líder en materia de energía sustentable en Australia y todo el mundo. También, en 1979 logró ganar la batalla para proteger la selva de Terania Creek, con lo que el gobierno impuso una política contra la tala de selvas que tuvo efectos en todo el estado y que fue la primera legislación contra la tala de árboles en el mundo. También es cierto que hoy luchan en contra de otro mega plan de minería que afectaría todo el subsuelo. Y como se lo propusieron, es cierto que lograron ser una embajada de la cultura canábica y que, de manera irónica, el lugar tomó fama en todo el mundo con lo que sus propiedades subieron de precio y la comunidad tiene dinero.
Sin embargo, cuando yo estuve ahí me dio la impresión de que Nimbin era un lugar que por momentos eran tan libre, que hasta cierto punto se volvía peligroso. Era un lugar de claroscuros en donde no todo era perfecto, también había realidades. Realidades como la de ser un lugar con un alto tráfico de drogas. Realidades como ser un lugar que no paga impuestos. Realidades como la de tener un negocio que no está del todo controlado. Realidades como las de chocar contra su esencia hippie y pacifista. Al final, el lugar me dejó un cierto aire de nostalgia y de abandono, y no de una completa felicidad. Será que ningún extremo es bueno. Será que siempre hay que buscar el equilibrio. Será que todo tiene un contra peso.
Bibliografía: