La buena vibra

Soy un fiel creyente de la buena vibra como filosofía de vida. Creo en la energía positiva. Creo que todo fluye y que todo se regresa. Creo que todo circula. Creo que vale la pena ser optimistas. Creo que siempre valdrá la pena seguir. Y así, la metáfora de la buena vibra se dibuja como una enorme corriente que fluye entre nosotros, que nos conecta. Está soplando en el viento, está escrita en el interior. Algunos la llaman amor y para otros sólo es una actitud ante la vida. 

Es dar, confiar, ayudar, devolver. Es echar la mano. Es ponerse en el lugar del otro. Es compartir suelo, es estar en los malos momentos, es detenerse a oír. Es tirar una broma y romper el hielo. Es desear un buen camino. Es dar la bienvenida. Es disfrutar la otrora alegría. Es creer en ti. Creer que todo se resolverá. Es verle el lado positivo a la ironía de la vida. Es tratar de no juzgar. Y claro que habrá quien crea que es una ridícula teoría, pero para mí la buena vibra es clave en el día a día más mundano y cotidiano. La buena vibra me ha acompañado durante toda esta travesía.

Uno de los lugares donde estuvo presente esa buena energía en mi camino fue en Brisbane, al este de Australia. Ahí me encontré con una amiga que hice hace varios años y que hace mucho no veía: Dacotah Splichalova. Una amiga que no importa que los años pasen, ahí siempre estará. De esas que te da su casa, que te ofrece lo que puede, que te devuelve la sonrisa. Una alegre ciudadana del mundo que nació en Oregon, estudió en Mérida y sé que ha vivido en Nueva York, en Costa Rica, en Nueva Zelanda, y para estas fechas del año pasado radicaba en Brisbane. Una mujer que es apasionada del agua, del surf y de la sabiduría. Una persona toda buena vibra.

En Brisbane me presentó a sus amigos y sin reparo abrió el libro de su vida. Fuimos a exposiciones de arte, a museos de historia natural, a varios parques y a su oficina, que en esa época era una fascinante biblioteca. Me presentó a mucha gente y a todos les decía que yo era un viejo amigo que buscaba perseguir el sueño de ser periodista. Buena vibra, buena vibra. Y ahí es cuando te das cuenta que cada vez más personas en el mundo viven con esta filosofía de vida. La de ayudarse, la de darse la mano, la de crear comunidad, fraternidad, la de confiar en el universo y su energía.

Yo venía de un largo camino en solitario y necesitaba descansar. Bastaron tres días con ella y sus amigos para cargarme de nuevo de energía. Para seguir. Bastaron tres días para acordarme de mis sueños, para llenarme de un pensamiento positivo, para ver oportunidades, para abrir puertas, o como diría el poeta, para seguir haciendo camino al andar. Y es que de eso va la buena vibra, es una forma de compartir, de dar, de ser y de estar. Muchas gracias amiga y toda la buena vibra en esta nueva aventura que ahora emprendes. En nuestra casa siempre serás bienvenida, mi querida Daks.