El viaje de iniciación, el camino del guerrero, la gran aventura. En cuántos cuentos y culturas se ha narrado ese gran viaje en el que sales de casa para descubrir lo más ajeno, pero al final, acabas descubriéndote a ti. La expedición que te define y que te confronta. De la que vuelves un poco más sabio, un poco más viejo y un poco más fuerte. El camino en el que encuentras tu poder, tu fuerza y tu energía. El giro en tu narrativa. La gran travesía, la búsqueda personal, la transformación. Justo esa odisea y ese viaje eran parte del leitmotiv de J.R.R Tolkien en la historia del Señor de los Anillos, quería transmitir la magia de esa búsqueda, y lo hizo como ninguno. Y para él, todo inició en una Comarca.
La Comarca es una cálida villa donde viven los hobbits debajo de una colina. Los hobbits, son una especie de sapiens pequeña que se caracteriza por sus pies y sus orejas grandes, es un ser pequeño pero valiente, es un tipo leal. En La Comarca pasa de todo, pero se distingue por su estilo de vida relajado, desenfadado y toda su alegría. Hay huertos, granjas, tabernas, y sobre todo amigos. Hay grandes relatos, historias de hazañas, viajeros extraños y fantásticos personajes. Hay aprendices de magos y gente muy sabia. Aquí se vive mucho de cuentos, de sueños y de aventuras. Y así como Bilbo salió corriendo algún día de La Comarca gritando que se embarcaba en una nueva aventura, yo sentía algo parecido al caminar por estas tierras tan lejanas, las de la Isla Norte de Nueva Zelanda, ahí, en el valle de Matamata.
Nueva Zelanda agarró más fama desde que Peter Jackson, director de las trilogías cinematográficas del Señor de los Anillos y el Hobbit, decidió escoger este par de islas como las locaciones de la historia original de Tolkien. Mucho estará en duda, pero lo cierto es que las descripciones del cuento original coinciden con los paisajes que se encuentran de este lado del mundo, en las tierras del Gondwana. Los bosques, las colinas, los valles, las montañas nevadas, los atardeceres naranjas y las zonas áridas del relato de Tolkien, se dibujan en la geografía de este país que se levanta entre el Pacífico y el mar de Tasmania, en latitudes de Oceanía. Es uno de esos lugares que viven entra la magia y la fantasía. Entre la imaginación, la ficción y la realidad.
Pero quizás lo más mágico de este lugar, es que existe. Y es que luego de que la saga del Señor de los Anillos fue un éxito en taquilla, se construyó todo un set de filmación de proporciones épicas para la trilogía de “El Hobbit». En total, se construyeron 44 “hobbit holes», todos con un enorme lujo de detalle. La granja ya existía y es propiedad de la familia Alexander, se encuentra en medio del triángulo que se forma entre la región del Waitomo, Tauranga y Rotoura. Para ambientar La Comarca, se sembraron miles de plantas, flores y árboles, se diseñaron más de 60 jardines. Durante la filmación, se sirvió catering para 600 personas de producción cada día, se contrataron a 33 jardineros de planta y cientos de extras. El equipo más importante era el de Dirección de Arte, y es que el set, es sencillamente impresionante.
Para mí, llegar a La Comarca significó muchísimo esfuerzo, fue la culminación de un sueño que fue surgiendo desde que pisé Nueva Zelanda. Llegar hasta aquí no fue nada fácil y fue mi motivación en los momentos más difíciles del trayecto. Llegar hasta aquí, significó muchísima emoción. Fue la primera gran meta de este viaje, y en mi imaginario, tenía el sentido del camino del guerrero. Y es que con los años he aprendido que el guerrero no es ese bravo titán que derrota a todos sus enemigos en la batalla, el verdadero guerrero es el que enfrenta cada día sus muros y sus miedos. Es el que se cae, pero se levanta, el que no deja de intentarlo. El que en cada oportunidad, vuelve al sendero. Y llegar a La Comarca, fue llegar a ese lugar en el que se fraguan aventuras y se conspiran sueños. Fue vivir un cuento, fue sentirme como un hobbit, fue sentirme otra vez un guerrero.