Chacahua

Mientras nos adentrábamos en la laguna, poco a poco fuimos dejando atrás el mundo ordinario para comenzar el viaje a lo desconocido. Fue un viaje al misterio de la naturaleza, a la energía de la tierra, al acecho de la luz. Fue un viaje sin teléfono, sin señal, sin servicio y sin conexión. Sin prisas y sin preocupaciones. Mar adentro, mar adentro, deliberadamente perdidos en el tiempo. Fue el viaje que hice con Adriana a Chacahua. Entre el mangle y las estrellas, entre ella y yo.

Chacahua es una comunidad que vive entre el Pacífico y cinco lagunas. Su territorio descansa en el municipio de San Pedro Tututepec, cerca de Río Grande, Zapotalito y Cerro Hermoso. Está al oriente de Pinotepa y al poniente de Puerto Escondido, en la Costa Chica de Oaxaca. En ella, viven alrededor de 750 habitantes que cuentan una valiente historia tejida entre saberes ancestrales mixtecos, zapotecos, chatinos, y también afromestizos. La magia del lugar es verdadera y tiene varias fuentes.

Envuelto en agua, Chacahua es un auténtico santuario que brilla por su biodiversidad. Fue una de las primeras áreas naturales protegidas en México y es que en ella conviven diez tipos de vegetación, 150 especies de flores y 250 de animales, en un ecosistema que por momentos se vuelve anfibio. Garzas, pelícanos, cigüeñas, pájaros peregrinos, patos aguja, tortugas marinas, mapaches, camarones y cocodrilos, son tan sólo una parte de la vida que abunda en medio del manglar, la palma, la selva, la sabana y las dunas costeras de Chacahua. Tierra de platanales y limonales, en donde los manglares devuelven el equilibrio entre el mar y la laguna. Son los guardianes del lugar.

Otro encanto de esta barra de arena que mira de cerca al Trópico de Cáncer es su azul infinito. Sus olas, enclavadas a media asta y a mar abierto, atraen a surfistas de todo el mundo que vienen a domar la leyenda que se cuenta de este lado salvaje del océano. También, casi todos los niños de Chacahua surfean todas las mañanas y todas las tardes, en cadencia con la salida de la luna y el sol. La convivencia de surfistas foráneos y locales, es parte de la identidad intercultural de la bahía.

Chacahua también es un templo para el espíritu. Sus días largos y soleados son ideales para recolectar energía y transformar el poder personal. La calma, y el sonido del viento que se cuela entre las enramadas y los cocotales, detienen el dialogo interno y advierten sentimientos a flor de piel. Tanta vida y tanta naturaleza, abren la bocana del alma donde se mezclan las aguas más dulces y las más saladas. En Chacahua, muchas de las necesidades del ego se desvanecen para comenzar a explorar la otra realidad. Lejos de las máquinas y el asfalto, logras desconectarte del plano material y, con lo justo y lo verdadero, te das cuenta que no necesitas más.

Quizás lo más valioso de Chacahua es su gente. En los días que estuvimos ahí, conocimos grandes personajes y siempre nos acompañó la buena vibra. Recomendados por Toño, un primo de Adriana que es amante y residente temporal de esta tierra, conocimos a Chuy, Gisela, Linda y Bridget, una extraordinaria familia que es dueña de un lugar frente al mar con cabañas, tiendas de campaña, hamacas, y una enorme palapa que ofrece una exquisita comida. No olvido el pescado a la talla, el empapelado, al mojo de ajo, y a la veracruzana. No olvido la primera noche que pasamos ahí, en la que Chuy se quedó conversando con nosotros sobre los relatos, hazañas y odiseas de esta ensenada.

Chacahua también es un lugar de luz y sombra. Camaro, un hombre que ha sabido encontrar su lugar en este mundo y que cuenta orgulloso que dejó el alcohol hace nueve años, nos platicó los retos que enfrenta esta comunidad que lleva mucho tiempo marginada del apoyo federal, y que a la fecha, es gobernada por un cacicazgo que dista mucho de ser equitativo. Para él, Chacahua es una tierra fértil que podría ser sustentable y sostenible tan sólo con quererlo, pero la codicia de unos cuantos, hace que muchos se rompan el lomo en largas jornadas de sol, con el mínimo aliento. En Chacahua, como en casi todo México, hace falta una verdadera economía solidaria que escuche y tome en cuenta a la comunidad y su entorno.

Al final, lo mejor de mis días en Chacahua fue estar con Adriana, mi novia y la mejor compañera de viaje. Ambos, compartimos un momento muy especial en nuestras vidas, y de cierta forma, el viaje significaba una despedida. Así, nos tomamos de la mano y emprendimos la aventura como desde hace casi dos años solemos hacerlo. Nunca olvidaré el paseo nocturno que hicimos por la laguna, remando entre los manglares y la oscuridad, bajo la noche más estrellada. En medio de tanta calma, nos echamos al agua para nadar con el plancton y la bioluminiscencia, una reacción química de proporciones sub atómicas que permite que esta especie ilumine el agua. Y así como el plancton viaja desde las profundidades del mar para traer luz a la laguna, Chacahua iluminó nuestros corazones para que algún día nos volvamos a encontrar.

  • Fuentes: Con datos de un estudio realizado en conjunto por la Universidad Autónoma Benito Juárez; Instituto Tecnológico de Oaxaca; Centro Interdisciplinario de Desarrollo Integral, IPN; Universidad del Mar en Pto. Angel, Oax.; Centro Regional de Investigaciones Pesqueras – Salina Cruz, Oax; Universidad Autónoma Metropolitana – Xochimilco. RÍO VERDE – LAGUNA DE CHACAHUA – Conabio