Son vikingos, son héroes, y ya son leyenda. Son el coraje de un pueblo guerrero que ha alzado la voz desde el polo más alto, desde donde surge la tierra. Tienen el alma de un gigante y la humildad de una lejana isla del Atlántico Norte. Tienen la valentía de aquellos locos que creen en sus sueños. Tienen agallas, tripa y corazón. Son unos futbolistas que están escribiendo una de las mejores historias de los últimos tiempos. Son un equipo sin miedo.
Islandia es una república parlamentaria que se encuentra en medio del Noroeste de Europa y Groenlandia, rumbo al Océano Ártico. Es una isla llena de volcanes, glaciares y desiertos. Un territorio de complicada geografía que fue conquistado por celtas y escandinavos y que en los últimos años ha sido punta de lanza por sus movimientos ciudadanos. Entre el 2010 y el 2012 se levantaron de un colapso económico y derrocaron a un corrupto gobierno.
Encarcelaron a los banqueros, los ejecutivos y los políticos que causaron la quiebra. Desconocieron a los partidos políticos, convocaron una asamblea ciudadana y redactaron una nueva constitución. Con un referéndum, se negaron a pagar un absurdo interés que saldaría la deuda externa con Holanda y Gran Bretaña. Además, este año exigieron la dimisión de su primer ministro al estar involucrado en el fraude de los «Panamá Papers». Y todo, lo hicieron sin armas.
Los islandeses son gente brava y honesta. Son sólo 330 mil habitantes pero tienen la fuerza de once titanes. Es un pueblo que ha inspirado al mundo entero con su causa social y que ahora también lo está haciendo con su futbol.
El sueño de la Selección Islandesa de futbol comenzó hace más de una década pero tomó fuerza rumbo a la Euro 2016. En una durísima clasificación, lograron vencer dos veces a Holanda y derrotaron en al menos una ocasión a Turquía, Letonia, República Checa y Kazajistán. De los ocho partidos que jugaron, ganaron seis, empataron uno y sólo conocieron una vez la derrota. Islandia no pierde un partido oficial como local desde junio del 2013 y ésta es la primera vez que juegan la máxima justa europea.
Ya en Francia, tuvieron una bárbara fase de grupos al sacarle un valiente empate a Portugal, otro a Hungría y derrotando 2-1 a Austria. Pero lo increíble, llegó hace tres días cuando libraron una épica batalla contra Inglaterra en los Octavos de Final. En un juego que pasará a la historia, los islandeses se levantaron de un penal en contra que cayó apenas en el tercer minuto del partido y sacaron la espada para echar a los británicos con un 2-1 de alarido. En todo el mundo se escuchó la fuerza de los cánticos vikingos, el ritual del coraje y la celebración.
Así, este domingo Islandia peleará contra Francia el pase a las Semifinales de la Eurocopa con posibilidades reales de avanzar y mantener viva la leyenda de sus ancestros. Sin embargo, el pueblo islandés ya demostró valores e ideales que bien vale la pena recordar.
En lo deportivo, nos enseñaron que todo sueño debe tener un objetivo claro y mucha chamba de por medio. Hace más de 15 años lanzaron una estrategia que incluía llenar la isla con campos de futbol y construir siete estadios techados para evadir el terror de los inviernos. Se dedicaron de lleno en las fuerzas básicas y la capacitación de maestros. Crearon un programa de asociaciones culturales tipo “grass root” que permite que los niños y sus familias reciban un apoyo económico por jugar. En Islandia existen 90 equipos, pero ninguno es profesional. El objetivo no es comercial, la meta es descubrir y desarrollar talentos. Nos demostraron que no todo es dinero.
Y en lo social, Islandia nos ha demostrado que vale la pena creer y luchar por la igualdad de derechos. Que aún vale la pena tener ideales en estos tiempos. Que la distribución de la riqueza puede ser más pareja y que no se permiten los excesos. Que cuando el pueblo se organiza, se pueden gestar grandes movimientos. Que se le puede hacer frente a las injusticias, los engaños y al poder más siniestro. Esta tribu de hielo ya lleva un tiempo alzando la mano y mandando un mensaje al mundo entero. Sí es posible buscar la igualdad de los pueblos, y es que al final, somos más los que queremos.