El dólar rompió su marca histórica y ya rebasó los 17 pesos. El narcotraficante más buscado de los últimos tiempos lleva dos meses libre luego de haberse fugado de un penal de alta seguridad con todas las comodidades, incoherencias y arreglos. El mes pasado asesinaron a un fotoreportero, una mujer activista y tres personas más a plena luz del día en la colonia Narvarte de la Ciudad de México. Dos de las víctimas investigaban la corrupción en el gobierno de Veracruz y ya habían denunciado varias veces amenazas y hostigamiento. Hace dos semanas mataron a un activista mexicano que seguía en la búsqueda de los 43 estudiantes de Ayotzinapa que hace casi un año fueron desaparecidos en una noche llena de engaños, crueldad y silencio.
A la fecha, la investigación oficial en estos casos no ha logrado concluir nada y se ha dedicado a cambiar las versiones, caer en contradicciones y echar andar los cabos sueltos. Al mismo tiempo, el presidente Enrique Peña Nieto y su gobierno se han desaparecido de la luz pública y de los micrófonos. No hay respuestas claras y nadie ha dado la cara. No hay un plan de acción. Viajes a Francia, vacaciones de playa, eventos sociales, carreras y declaraciones absurdas. Vaya coincidencia y vaya burla. Vaya perfecta estrategia la que tiene el poder en México. La del silencio y la de la ausencia. La de los viejos tiempos.
Nunca estuve a favor de que llegara este gobierno y hoy lo enfrento con algunas propuestas y cada una de las letras de este texto. Y es que empiezo a creer que si ellos son incapaces de buscar soluciones y sacar adelante al país, nosotros sí podemos hacerlo. Y es que empiezo a creer que la pregunta ya no es qué le sucede a México, la pregunta es qué hacemos.
Cuando Enrique Peña Nieto quedó electo como presidente de México supe que las cosas no andarían bien en mi país, pero nunca imaginé que los problemas serían tan graves y descarados. Los demonios se destaparon. Volvió la vieja maquinaria del poder con todo su cinismo y sus engaños. En tres años, los índices de violencia, impunidad e injusticia se dispararon. Secuestros, desaparecidos y ejecutados. Todo el imperio del crimen organizado. Eso, más desvíos de recursos públicos, tráfico de influencias y conflicto de interés. Escándalos y descontrol económico. Crisis, depreciación del peso y el alza de precios. Y mientras tanto, no se asoma ningún síntoma de estabilidad, crecimiento o desarrollo a corto o mediano plazo. Si esto no es suficiente para cambiar, no sé qué sea necesario.
Pero siempre seré de la idea de que la violencia jamás será una alternativa ni un camino. También, estoy consciente de que cambiar todo un sistema político que se ha arraigado durante años puede parecer un capricho utópico y surrealista de mi parte. Sin embargo, estoy convencido de que podemos intentar hacer las cosas diferentes y ganar pequeñas batallas. Sí creo que podemos tener otros representantes. Creo que podemos evaluar los resultados. Creo que podemos saber exactamente cómo y en qué se invierte nuestro dinero. Creo que puede haber una nueva estrategia política con objetivos muy claros. Creo que el poder puede volver a la ciudadanía. Creo que ya somos más los que queremos.
Una opción podría ser realizar un estudio para identificar todo lo que no está funcionando en la política mexicana. Una investigación que arrojara toda la información, las tensiones, los malos hábitos y las áreas de oportunidad del famoso sistema que nosotros mismos hemos creado. Todos los datos, podrían ser utilizados por un comité ciudadano para trabajar propuestas bajadas a una estrategia y un plan de trabajo. El plan sería liderado por un representante, que si llegara a quedar electo, tendría que trabajar en implementar el proyecto ciudadano y exponer sus resultados. Aunque muchas de las propuestas se enfrentarían con los grandes intereses y los egos del poder, con el tiempo podrían empezar a llegar los cambios.
Aunque pareciera imposible esta nueva forma de hacer política, en realidad es la esencia principal de la democracia. No es tan complicado. Y es que en teoría, nosotros elegimos a nuestros políticos para que manejen nuestro dinero en favor de la comunidad. Les pagamos mucho para que se organicen, se coordinen y tomen las mejores decisiones. Para que brinden seguridad y administren nuestra moneda. Para que protejan nuestros recursos naturales, para que construyan obras públicas y faciliten servicios. Para que vigilen cualquier irregularidad y brinden justicia. En teoría, el gobierno debería de rendir cuentas por contrato.
El camino no suena tan guajiro y tan lejano cuando echamos un vistazo a las pasadas elecciones intermedias del 2015, donde sobresalió el caso de un joven candidato independiente. Con 25 años, Pedro Kumamoto juntó un equipo de trabajo que logró vencer todos los obstáculos que el sistema le impuso. Consiguió su registro recaudando 7,200 firmas en tan sólo 40 días. Con donaciones topadas a $500 dólares, este joven entusiasta juntó 250 mil pesos para llevar a acabo toda su campaña, mientras que el resto de los partidos recibieron recursos públicos por millones de pesos. Así, Pedro fue elegido congresista de Zapopan, con el 39% de los votos. Una valiente muestra de que los muros sí pueden caer.
La sencillez fue su lema, la claridad su lenguaje. Toda su campaña estuvo llena de mensajes y propuestas con las que la gente se identificaba. Habló de partidos autoritarios y cúpulas de poder. También habló de lo que nos toca hacer a nosotros como ciudadanos y cómo es importante involucrarnos. Ser parte de la toma de decisiones. Habló de que ya somos más los que queremos cambiar al país y la importancia del trabajo comunitario. Demostró que no es necesaria toda la burocracia de un partido político y que lo importante son las personas. Y sobretodo, todo lo hizo con transparencia y muy poco dinero.
Con estas alternativas, pareciera abrirse una línea de luz en el camino. Y es que desde hace mucho tiempo, varios ciudadanos, académicos, activistas e investigadores han buscado diferentes vías profesionales para curar el sistema político mexicano. Cada vez son más las personas que trabajan en proyectos alternos y las candidaturas independientes no son nuevas en nuestro país. Y aunque éstas pueden ser encaminadas con buenas o malas intenciones – y todavía arrastran varios candados, requisitos y abismos jurídicos- podrían ser una forma diferente de hacer política y recuperar a México. Una mucho más incluyente.
Son muchos los que dicen que vivimos un momento especial para despertar conciencias. Para muchos, el cambio ya comenzó. Cada quien puede hacer una diferencia desde su trinchera y no necesariamente en la política. Porque me niego a abandonar esta tierra. Porque no pienso rendirme. Porque aunque hayan matado a Nadia y a Rubén, no pararemos. Porque aunque hayan asesinado a decenas de periodistas en Veracruz, no nos cansaremos. Porque aunque hayan desaparecido a 43, no los olvidaremos. Somos más los que pondremos el corazón por México. Levántate, estamos a tiempo.