El dinero como bandera. Los tweets del ‘Piojo’ apoyando a un partido político. Nueve directivos de la Concacaf detenidos por corrupción. El fracaso de México en la Copa América. Borrón y cuenta nueva. Todos los comerciales de televisión. El estilo de narrar de TV Azteca. Las ruedas de prensa. La amenaza pública de un entrenador a un comunicador. La libertad de expresión.
Los estadios y las arcas llenas. El empate a cuatro con Trinidad y Tobago. El dudoso pase ante Costa Rica. El lamentable final contra Panamá. El penal inventado y el descontrol. La manta que acusaba de ladrones a la Concacaf. El Fairplay que nunca llegó. El Título de la Copa Oro y el discurso de que el objetivo se cumplió.
Y cuando parecía que por fin habría calma, llegaron noticias desde el Aeropuerto de Filadelfia: Miguel perdió la cabeza. Nuestro entrenador agredió a un periodista, ¿Qué hacía su hija en la concentración?
Y así se vino el escándalo y la novela. El morbo y el chisme. El tratamiento de los medios de comunicación y el poder de las redes sociales. El escarmiento público y las últimas horas de Miguel Herrera. La llamada de Azcárraga a Decio. La orden estaba tomada, se anunciaría a las dos. Vaya vueltas que da la vida, el que hace un año era un auténtico ídolo en México, ya no era más nuestro entrenador.
Para los amantes del juego, el relato anterior significa uno de los pasajes más tristes de nuestro futbol. El día que mis palabras se llenaron de desencanto e indignación. Un caso que no puede abandonarse en la inercia informativa. Que vale la pena analizar de manera seria y desmenuzada. Con cabeza fría. Estudiar el contexto para poder levantar todo lo que se ha caído. Confrontarnos y crear conciencia. De una vez por todas, intentar cambiar.
Vendría bien un poco de calma para reflexionar todo lo que significó el verano peligroso del Tricolor. Setenta y dos días en los que se destruyó la imagen de un equipo y su entrenador.
Soy de la idea que el verdadero trasfondo de los hechos esconde en su narrativa un común denominador. Durante días, de lo único que se habló en la opinión pública fue de temas que le son ajenos a las canchas y que ensucian la materia prima del juego. Una vez más, lo deportivo fue hecho a un lado y una extraña bruma rodeó nuestro futbol.
Desde los intereses económicos que hay en juego, hasta el descaro del Presidente de la FIFA. Desde las declaraciones terminando los partidos, hasta las críticas de los comentaristas. Desde la falta de control de un entrenador, hasta la soberbia de algunos jugadores. Desde los escándalos que se viralizan, hasta la lucha por la primicia informativa. Toda la malaria del futbol.
Si analizamos los hechos, nos daremos cuenta que quizá todo se hubiera evitado si cada quien se hubiera dedicado a hacer su trabajo por encima de la vanidad y el ego.
Hoy nuestros Directivos saben que no pueden hacer experimentos. Hoy sabemos que no todo puede basarse en el dinero. Hoy Miguel Herrera sabe que no puede ensañarse en una pelea personal con un comentarista. No puede insultarlo ni agredirlo. Hoy los medios también tendrán que revisar los modos y las formas. Ser autocríticos. Hoy todos debemos de tener memoria y aprender.
Al final, pareciera que sabemos lo que tenemos que hacer si queremos recuperar el camino. Tenemos la cura y el antídoto. Debemos de voltear a ver a lo deportivo y no olvidar que si el juego pierde su esencia perderá su encanto. Ése, el que nos gusta tanto. Así, el dilema se esconde en saber si seremos capaces de cambiar por nuestra cuenta. Si seremos capaces de encontrar un equilibrio. Si seremos capaces de limpiar el deporte más hermoso del mundo. Rescatar a nuestro querido futbol.