El ritmo del futbol

Movimiento, simetría y cadencia. Una sucesión de elementos débiles y fuertes que buscan una coherencia. El famoso estilo de juego. El manejo del tiempo y la velocidad. La forma de hacerlo. Algo así como jalar parejo pero también saber cuándo parar. Ir al frente y atrás. El vaivén perfecto. La distancia entre las intenciones, los recursos y los deseos. El ritual de los números, las tácticas y los planteamientos. Las pausas y los silencios. La defensa y el ataque. Las diferentes formas de poder meter el balón. El espacio. El ritmo que hay detrás del futbol.

Según los expertos, el ritmo de un equipo de futbol se define por la velocidad para atacar y defender, tomando en cuenta la cantidad de jugadores con la que decide hacerlo. La forma en la que moverá sus cartas y el efecto. Si hiciéramos una analogía entre el ritmo y el estilo, encontraremos momentos que cambiaron para siempre el devenir del deporte más seguido en el mundo. Y es que el ritmo se ajusta al estilo de juego de un equipo, y el estilo hace la diferencia en el fútbol.

Uno de los estilos más antiguos y más famosos es el “Catenaccio”, que en italiano significa “Cerrojo”. Surgido en Austria en 1930 y perfeccionado por los italianos en la década de los 60’s, este método se caracteriza por hacer de un equipo, una auténtica fortaleza. Con un ritmo lento y precavido, su promesa es tener el máximo control del partido con una línea de cuatro defensas y un líbero. Incluye la marca de hombre por hombre en todo el campo para evitar cualquier riesgo. Ha sido sumamente criticado por su falta de espectáculo, su pobre ataque y su conformismo disfrazado de cobardía. Pero en los números fríos, le ha dado cuatro Copas del Mundo a los italianos.

También, en 1974 se empezó a escuchar que en Holanda se practicaba un futbol totalmente diferente, más atrevido y descarado: el “Futbol Total”. Esta corriente promueve que todos los jugadores deben estar en constante movimiento y cualquiera puede cumplir la función de su compañero sin perder la estructura. Las posiciones son engañosas porque todos presionan al rival, todos buscan recuperar la pelota y todos van al frente. Una dosis que bien aplicada, puede ser letal. Su líder fue Johan Cruyff y sus discípulos Ruud Gullit, Marco Van Basten, Ronald Koeman y Frank Rijkaard. Por su perfección y talento, a la Holanda de los Mundiales de 1974 y 1978 se le llamó la “Naranja Mecánica”, aunque irónicamente fue subcampeona en ambos torneos.

Si volteamos a Latinoamérica, no hace muchos años Brasil tenía un estilo de juego con un ritmo vertiginoso y audaz que se hacía llamar el “Jogo Bonito”. El fenómeno incluía una bárbara habilidad con los pies, cambios de velocidad y la destreza para hacer fantasías en el juego. Creatividad, samba y capoeira definen el ritmo de esta escuela que surgió entre la calle y los tambores. El término comenzó a usarse con el Brasil de 1958 y 1962, pero tuvo su auge en 1970 con Pelé. Aunque llegaron cracks como Romario, Ronaldo, Ronaldinho, Rivaldo, Roberto Carlos, Cafú y Kaká, poco a poco Brasil ha ido olvidando este estilo de juego y hoy pasa por un mal momento.

Uno de los ritmos más sonados en la historia del futbol es el que ha practicado durante los últimos años la Masía del Futbol Club Barcelona. Lo que algunos llaman el “Tiqui-Taca”, se convirtió en la revolución del Futbol Total holandés y superó todos sus principios. Cuenta la historia que en los 70’s el holandés Rinus Michels plantó la semilla en la cantera catalana y años más tarde Johan Cruyff la perfeccionó. Sin embargo, la verdadera sinfonía llegó al mando de Pep Guardiola cuando en el 2007 formó el que quizás ha sido el mejor equipo de la historia: el Barca de Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Lionel Messi, Gerard Piqué, Carles Puyol, Sergio Busquets, Dani Alves y Pedro.

El corazón de la filosofía blaugrana se basa en el toque de pelota, la posesión del balón, la presión al rival, la movilidad de todos los jugadores y la libertad que tienen los creadores de juego. Su esencia va en contra de la competencia individual y propone un verdadero juego colectivo. En su máxima expresión, el Barcelona llegó a ganar tres ligas de España, dos Copas del Rey, dos Ligas de Campeones y tres Mundiales de Clubes.

Y si vamos más cerca, el Mundial en Brasil dejó entre ver un intenso ritmo de juego y un nuevo imperio. El poderío alemán ofreció un futbol totalmente vertical, seguro atrás, efectivo al ataque y sin remordimientos. Es un futbol a base de fuerza y técnica. Físico y contundente. Poderosa artillería que abre caminos y no tiene reparo de los daños hechos. Un futbol avasallador, frontal y fantástico. La fibra del gigante europeo.

Así, nos damos cuenta que los ideales, la técnica y la velocidad han ido marcando la evolución en las distintas maneras de entender este juego. Y es que aunque no exista un ritmo que sea mejor que otro, ni un estilo que haya probado ser el perfecto, la tendencia del futbol actual se encamina a recuperar la esencia del juego. Saber qué hacer con y sin balón. Toco y me muevo. Construir sociedades que abran caminos en el campo y descubran huecos. Una mezcla entre talento, fuerza y alto rendimiento. Como si el camino para elevar el nivel de un equipo fuera una balanza entre buenas intenciones, espacio, trabajo y tiempo.