Sufro de futbol. Es algo irreparable.
El verdadero fanático al futbol sabe que va a sufrir. Es parte del ritual de la pelota y de manera irónica es el camino para vencer a los fantasmas. Los partidos se juegan con el corazón en la mano y en segundos el sueño se puede derrumbar. El alma se arriesga en cada patada y las venas se estiran cuando ataca el rival. La cancha se vuelve la vida y para estar arriba hay que ponerle el pecho a las balas y saber cuándo apechugar. Porque la gloria no existe sin el fracaso y la garra nace al volverse a levantar. Y cuando México juega un Mundial, es inevitable sufrir de más.
El primer Mundial en el que seguí conscientemente a México fue el de Estados Unidos 1994. La Selección llegaba después de haber conseguido su boleto en Canadá, con un triunfo memorable que llegó a pase de Hugo y gol del “Abuelo”. Durante el Mundial, perdimos 1-0 con Noruega, pero contra Irlanda Luis García marcó un sensacional doblete que estremeció a Orlando y a todo México. El pase a la siguiente ronda llegó en el tercer partido cuando de manera cardiaca Marcelino Bernal sacó un bravo disparo con el que México le empataba 1-1 a la Italia de Paolo Maldini, Daniele Massaro y Gianluca Pagliuca.
El 5 de julio de 1994 en Nueva York nos enfrentamos a Bulgaria en los Octavos de Final y había confianza de que se podía avanzar. Pero a los seis minutos de juego un tremendo disparo cruzado del capitán Hristo Stoichkov ponía arriba a los búlgaros. La respuesta de México llegó 12 minutos después cuando “Zague” fue derribado en el área en un claro penal. Aspe tomó el balón y cobró con perfecta zurda y revivió al equipo. El duelo se fue al alargue y después llegaron los penales: era el momento de la verdad. Pero el mismo García Aspe voló el primer disparo y luego fallaron Bernal y Jorge Rodríguez. El sueño se esfumaba y México quedaba eliminado de manera dolorosa.
Se vino Francia 98’ y volvimos a tener una gran primera ronda. México venció 3-1 a Corea del Sur en su debut y contra Bélgica sacó un valiosísimo empate a dos tantos que llegó con un gol de colección de Cuauhtémoc Blanco: el de Tlatilco logró prender el balón en el aire a pase de Ramón Ramírez en uno de los mejores goles del Mundial. El boleto a Octavos de Final se selló contra Holanda cuando Luis Hernández dejó en el camino al gigante Jaap Stam y filtró el balón por debajo de las piernas del histórico Edwin Van Der Sar. En México se desató la locura y una vez más nos volvíamos a ilusionar.
Así llegó el cuarto partido contra la poderosa Alemania en Montpellier. Al arrancar el segundo tiempo, México sorprendió con un gol de gambeta del “Matador” Hernández. Poco después, Jesús el “Cabrito” Arellano tuvo una descarada descolgada que se quedó a nada de ser el segundo que mataba. México jugaba su mejor futbol y parecía que la mesa estaba puesta para hacer historia. Sólo faltaban 15 minutos. Pero llegó el eterno Jurgen Klinsmann y aprovechó una pifia de Rodrigo Lara para fusilar a Jorge Campos al 75’. El tiro de gracia llegó 10 minutos después con un testarazo de Oliver Bierhoff que destrozó cualquier quimera mexicana. El trago era amargo porque estuvimos muy cerca de avanzar.
En Corea y Japón 2002 el Tricolor superó 1-0 a Croacia, 2-1 a Ecuador y empató 1-1 contra Italia, con un enorme gol de cabeza de Jared Borguetti, el «Zorro del Desierto”. Al mando de Javier Aguirre, volvíamos a la lucha por el quinto partido pero esta vez era especial: íbamos contra los Estados Unidos. El domingo 17 de junio todo México estaba listo para celebrar un histórico pase y la fiesta ya había empezado. Pero al minuto 8’ del partido, Brian McBride fusiló al “Conejo” Pérez y marcaba el primero. Temblaba en México. Por si faltara, al 65’ Landon Donovan no perdonaba con un cabezazo y mataba con el 2-0. Ésa sería la noche más triste de México en un Mundial.
En Alemania 2006 México llegó como líder de la eliminatoria y fuimos cabeza de serie de nuestro grupo. La Selección tuvo una discreta primera ronda pero logró colarse de nueva cuenta a los Octavos de Final contra la Argentina de Messi, Tévez, Cambiasso y Riquelme. México salió a ganar y al 5’ Rafa Márquez abrió el marcador en un trepidante comienzo. Sin embargo, Hernán Crespo empató poco después y el duelo se fue a tiempos extras. Cuando México jugaba mejor, Maxi Rodríguez bajó un elevado centro con el pecho y sacó potente disparo del cielo que se incrustó en el ángulo superior izquierdo. Era el mejor gol del Mundial y el adiós de México.
Cuando llegó Sudáfrica 2010, México obtuvo su quinto pase consecutivo a los Octavos de Final tras empatar con Sudáfrica 1-1, ganarle a Francia 2-0 y perder contra Uruguay 1-0. Avanzamos como segundo lugar de nuestro grupo y el destino nos volvía a poner en el camino a un equipo argentino lleno de estrellas. El 27 de junio en Johannesburgo, México se hundía en sus propios errores y caía con dos goles de Tévez y uno de Higuaín. Fue una eliminación desangelada y poco peleada.
Esta mirada al pasado deja en claro la importancia que tiene para México un pase a los Cuartos de Final de una Copa del Mundo, algo que sólo hemos logrado en 1986 cuando jugamos de locales. Dejando a un lado el tan mencionado quinto partido, en realidad la pregunta que ronda entre los mexicanos es si a nuestro equipo le alcanzará para el cuarto juego. Como están las cosas, ¿pasará México? Los hechos y la realidad señalan que no. Para muchos esta es la Selección menos preparada de los últimos tiempos. La que tiene menos horas de juego y arrastra una malaria que pasan los mexicanos que militan en el extranjero. Se dice que le falta una idea clara, pinceladas de talento y más entendimiento. No se olvida su pésima eliminatoria.
Pero también soy de los que cree que las estadísticas se quedan en las computadoras y que el futbol está hecho de personas y momentos. Creo que la lógica pierde sentido cuando se enfrentan dos tribus en el mismo terreno de juego. El azar asalta a la razón y ocurren cosas difíciles de explicar. Y aunque las probabilidades son mínimas, México podría salir embalado el 14 de junio ante Camerún en Natal; crecerse el 17 de junio frente a Brasil en Fortaleza; y dejar la vida ante Croacia el 23 de junio en las cálidas playas de Recife. Si los jugadores sudan, sienten y entienden el valor que representa la camiseta, no sería tan descarado pensar que México pudiera hacer un gran Mundial. Y si no pasa, siempre quedarán los fans que sufren de futbol y nunca se van.