El ego sobre todas las cosas. El odio contra lo diferente. La conciencia en coma y la inteligencia inerte. La absurda distinción. El rencor aprendido y heredado. La lucha histórica por el color de la piel. El miedo disfrazado de agresión. La separación de lo propio con lo ajeno. La intolerancia y el etnocentrismo. La guerra contra uno mismo. El racismo, vaya cobarde arrebato a la razón.
El siguiente relato surgió luego de una brava discusión pambolera, típica entre carnales a altas horas de la madrugada. Los últimos actos racistas que sufrió el deporte esta semana habían encendido la polémica en el corazón de mi viejo departamento. Como si fuéramos serios diplomáticos de las Naciones Unidas, Iñaki, el «Güero» y yo debatíamos a raudales sobre una posible cura contra el racismo y su malaria. Divagábamos entre argumentos y nos cuestionábamos si realmente algún día se erradicaría este odio absurdo por el color de las personas. El diálogo ofreció anécdotas, recuerdos y sobre todo reflexiones.
El domingo pasado se reabrió el expediente del racismo en el deporte mundial con un acto ruin y mezquino. En el partido Villareal- Barcelona de la Liga Española, un pseudo aficionado le lanzó un plátano al brasileño Dani Alves cuando se preparaba para cobrar un tiro de esquina al minuto 75’. Ante el infame insulto, el brasileño respondió con una genialidad envidiable: se comió el plátano con una sonrisa sarcástica y siguió jugando. En segundos, las imágenes de Alves le dieron la vuelta al mundo y explotó una bomba en redes sociales. La discusión se volvió tendencia mundial en Twitter, Facebook, medios de comunicación y en toda la opinión pública. El hashtag #TodosSomosMacacos, que fue creado por Neymar en apoyo a su compañero, generaba millones de impactos y decenas de futbolistas se sumaban a la causa compartiendo fotos con plátanos en sus redes sociales como una brillante campaña anti-racial. El racismo volvía estar en boca de todos.
Ese mismo fin de semana el básquetbol profesional vivió un caso insólito y tajante en su bitácora histórica. Y es que Donald Sterling, dueño de los Clippers de Los Ángeles, fue multado con 2.5 millones de dólares y una suspensión vitalicia de la NBA, luego de que se hiciera pública una conversación entre el magnate y su amante con severos tintes racistas. En la llamada, Sterling le reclamaba a la mujer haber posteado en Twitter una foto con la leyenda Irvin “Magic” Johnson y le pedía que no volviera invitar a sus amigos “negros” a los partidos. El caso desató la ira de los fanáticos y tuvo réplica en la Casa Blanca de Barack Obama, quien reprobó los comentarios y los tachó de “ignorantes” y «separatistas». Lebrón James, Kobe Bryant y el “Magic” Johnson iniciaron una fuerte campaña mediática en contra de las agresiones emitidas. Dos días después, el nuevo comisionado de la NBA, Adam Silver, anunciaba una sentencia dura y nunca antes vista.
Pero estos no son casos aislados. Si echamos un vistazo, también se recordará el día en el que el futbolista camerunés Samuel Eto’o paró un partido en La Liga Española del 2006, al recibir insultos racistas cada vez que se acercaba a la gradería. Esa noche, el ahora jugador del Chelsea abandonó la cancha cuando la hinchada lo llamó «simio» en un acto perverso y denigrante. Eso, sin citar a fondo los casos de Luis Suárez y Patrice Evra, Mario Balotelli, Prince Boateng, Chilavert, Seedorf y muchos futbolistas más. Racismo contra orígenes africanos, latinos, asiáticos, judíos y palestinos. Racismo entre el mundo occidental y el fundamentalista. Racismo que se contagia en violencia desmedida.
El deporte motor tampoco ha estado exento de estas conductas primitivas. La Fórmula 1 estuvo en la mira en la temporada 2007 cuando el piloto británico Lewis Hamilton recibió varias muestras racistas durante el Gran Premio catalán de Montmeló. El ahora piloto de Mercedes Benz tuvo que soportar gritos como “negro de mierda” cada vez que su monoplaza cruzaba la parrilla de salida. A pesar de que la FIA multó al circuito español y promovió campañas contra el racismo en los autódromos, al año siguiente los insultos y abucheos volvieron contra el piloto británico y parte de su escudería.
Siguiendo el repaso, hacemos escala en un símbolo de la lucha contra el racismo y un líder del tenis mundial. Ganador de tres Grand Slams e inspirador del Abierto de los Estados Unidos, el tenista afroamericano Arthur Ashe fue un categórico activista que dedicó gran parte de su vida a la lucha contra el racismo y la igualdad de derechos. En 1982, Ashe inició un movimiento contra el gobierno de Ronald Reagan y su conservador sistema de leyes. Tres años después, fue detenido por la CIA y estuvo preso por varios días. Meses después fue diagnosticado con VIH y en sus últimos años de vida ganó varias batallas a favor de la educación en su país y la cruzada contra el sida.
Pero quizá la historia más sonada contra el racismo fue la de Cassius Clay, el mejor boxeador de todos los tiempos. Cuando comenzaba su ascenso en los 60’s, aguantó amenazas, críticas y burlas por ser afroamericano. Cuenta él mismo en sus diarios, que varias veces le negaron el acceso a restaurantes y bares en su Kentucky natal, ya que eran considerados sólo para “blancos”. Cuenta también, que dolido y enojado arrojó al río la medalla de Oro que había ganado en los Juegos Olímpicos de Roma 60′. Incluso, se convirtió en musulmán como resultado del rechazo que sintió con sus propios vecinos. Así surgió la máxima leyenda de la historia del deporte: Muhummad Alí. Para 1978, Alí ya era un ídolo en todo el mundo al conquistar por tercera ocasión el Título de Campeón Mundial de los Pesos Pesados. Su espíritu, se convirtió en un emblema de motivación, superación y lucha que se mantiene vivo hasta nuestros días.
Y si siguiéramos, encontraríamos historias igual de lamentables en el béisbol, el golf, los Juegos Olímpicos, el futbol americano colegial, el rugby y el atletismo. Pero también encontraríamos héroes como Mandela, Martín Luther King y el «Black Power» en México 1968.
Con este contexto, se discute de nuevo la estrategia para encarar el racismo, el odio, la incomprensión y el cinismo. Enferma doctrina que sigue contagiándose en el devenir social, cultural, político, económico y deportivo de los pueblos del mundo. Y es que si volvemos al debate inicial y nos preguntamos si algún día se erradicará el racismo, quizá nos demos cuenta que la respuesta está en el aire y podría encausarse en ambos sentidos. Mientras algunos sostienen que el racismo es un sentimiento inseparable de la sociedad, hay otros que dicen que con paciencia y tiempo algún día la humanidad vivirá un verdadero cambio de conciencia. Un despertar en el que nos daremos cuenta que todos “somos parte del mismo jarrón”, como decía esa noche Iñaki, mi amigo.
Quizá llegue el día en que nos demos cuenta que todos somos partes iguales de un único organismo. Que no somos tan diferentes. Pero tendremos que reforzar la educación y seguir creando conciencia. Quizá el deporte sea el encargado de entregar este mensaje y esta estafeta. Quizá algún día todo esto sea parte de puros recuerdos, leyendas y anécdotas. Lo que es un hecho, es que cada vez habrá más manifestaciones en contra del racismo gracias a todas las herramientas que hoy están en la mesa. Cada vez la respuesta y la movilización será más fuerte y contundente. Porque aún estamos a tiempo de abrir la mente. Porque todavía vale la pena. Y es que como dirían viejos sabios: «yo soy tú, como tú eres yo», y así cíclicamente.