El maldito poder

No tan fácil, Peña Nieto. No tan rápido.

Nos intentarán callar, pero seguiremos hablando. Nos amenazarán, pero seguiremos opinando. Nos censurarán, pero seguiremos buscando libertad. Nos restringirán el internet, pero seguiremos dando de qué hablar. Nos asustarán, pero no nos iremos. Nos oprimirán, pero seguiremos en pie.

La nueva iniciativa de Ley de Telecomunicaciones del gobierno de Peña Nieto busca, entre otras cosas, controlar de manera autoritaria el internet, las redes sociales y nuestra libertad de expresión. Como un absoluto dictador, el gobierno quiere bloquear el internet cuando la conversación sea en su contra, censurar a quienes opinen diferente y geolocalizar a los que sean una «amenaza» contra el poder. Contra el maldito poder.

Así, podrán censurar y bloquear contenidos en internet que puedan ser un «riesgo para la seguridad nacional» y podrán cortar la señal de internet en determinados lugares para ocultar todos los hechos que no beneficie sus intereses. Buscarán controlar y callar las redes sociales, siendo el único medio completamente libre e independiente. Podrán censurar las voces críticas que buscan un verdadero cambio. Volveremos a épocas autoritarias y retrógradas. Como si no hubiera valido la pena todas las revoluciones, independencias y guerras que libraron nuestros abuelos.

Y es que según el Artículo 189 de esta nueva Ley, las autoridades encargadas de la seguridad pública (como el Ministerio Público o la PGR) podrán intervenir telecomunicaciones en tiempo real que estén relacionadas con investigaciones en materia de delincuencia organizada, delitos contra la salud, secuestro, extorsión y «amenazas». De igual forma, podrán obtener la geolocalización en tiempo real de cualquier celular o dispositivo con internet, y detener en segundos a cualquier persona «riesgosa» en la calle y a cualquier hora del día. Todo esto, sin una orden previa de un juez. De igual forma, el Artículo 190 de dicha iniciativa establece que las autoridades competentes podrán pedir datos e información personal, íntima y privada a cualquier proveedor de internet y cualquier aplicación o proveedor de contenidos. Es decir Facebook, Twitter e Instagram, entre otros.

También, en el Artículo 192 se estipula que los concesionarios de telecomunicaciones están obligados a conservar un registro y control de comunicaciones que se realicen desde cualquier teléfono, tablet o computadora para poder obtener conversaciones, datos personales y -textualmente- «demás» información de un usuario que sea objeto de investigación.

Pero lo que se vuelve aún más peligroso es lo que señala el Artículo 197, el cual especifica que la Secretaría de Gobernación podría bloquear las señales de internet en eventos masivos, movilizaciones, o «eventos y lugares críticos para la seguridad nacional». Así, no habría testigo de algún suceso que vaya en contra de los intereses del gobierno o la autoridad. Se ocultaría la verdad y la información. De hecho, en la fracción XXII de este Artículo se enuncia que se deberá «cooperar con las autoridades competentes para prevenir y combatir la propagación de comunicaciones electrónicas masivas no solicitadas o tráfico malicioso y minimizar sus efectos en las redes de telecomunicaciones», con lo que se podría controlar y bloquear la comunicación de campañas en redes sociales, hashtags que se vuelven trending topics, o memes que se vuelven virales en la red.

Por si no fuera poco, expertos advierten que este apartado «digital» de la nueva propuesta de Ley de Telecomunicaciones podría ser sólo una cortina de humo o un distractor, para lograr aprobar sin demasiado análisis y crítica el otro grueso de dicha iniciativa que busca seguir promoviendo de manera disfrazada el monopolio televisivo para que no exista pluralidad en la Televisión. Esto, al mismo tiempo que Carlos Slim libra una feroz batalla contra Azcárraga para entrar al jugoso negocio de la Televisión Abierta en el país.

En lo personal, me parece insensato, descarado e insultante que en pleno 2014 entremos en esta discusión tan desgastante, destructora y primitiva. La demanda es clara y cantada con unanimidad: un libre camino de expresión popular sin miramientos, advertencias, miedos, represiones, castigos, amenazas o injusticias. La censura insulta al creador e insulta a todas las audiencias. La censura es la máxima representación de la ignorancia. ¿A caso no somos capaces de filtrar, criticar y analizar? Nuestra naturaleza es buscar el intercambio de ideas, emociones, pensamientos, sueños, opiniones y dilemas propios de la raza, del pueblo, de la Tribu.

No puedo imaginar un país en donde no pueda decir lo que pienso, como lo entiendo y cuando me nace. No imagino vivir en un país donde no pueda escribir lo que quiera en mi cuenta de Facebook, de Twitter o en mi blog. No me imagino ser detenido en la calle, geolocalizado, sólo por expresarme en contra del gobierno en turno. No imagino no tener internet en un evento, un estadio, una marcha o una votación, sólo porque el gobierno piensa que atenta contra la «seguridad nacional».

Abre los ojos. Todo lo anterior es una forma de censura, censura que enferma, deshace y desintegra la libre creación. Censura que está cargada de violencia, resentimiento, intolerancia y rencor. Censura que se convierte en un cáncer que desgarra el tejido social, las garantías individuales y la integridad de los ciudadanos. La expresión artística, social y cultural está en tela de juicio, en riesgo. La libertad se piensa secuestrar, tiene toque de queda. Y así, se reabre el debate que inspiró la lucha de tantos pensadores y valientes de la historia de nuestra tierra.

Por ahora se está deteniendo la Ley en el Senado, pero esta reforma podría avanzar tal y como han avanzado casi todas las reformas que ha propuesto el gobierno de Peña Nieto. Es por eso que es clave estar informados, buscar diferentes fuentes, no bajar la guardia, manifestarnos, dar seguimiento, dar nuestra opinión, ejercer presión, y seguir muy de cerca las decisiones y lagunas de nuestros legisladores y congresistas.

Tenemos que actuar y movernos. Despierta México, aún estamos a tiempo. Y es que si se aprobara esta Ley, yo no podría estar escribiendo esto.