Por muchas razones, fueron los dos conciertos de mi vida. Fueron noches para siempre. Fueron momentos que he esperado más de la mitad del camino. Fue magia. Fue ver viva a la leyenda. Fue como una corriente de adrenalina. Fue rock. Fue perder la voz y sentir el fenómeno de la piel chinita. Fueron los Foo Fighters. Fueron los Foo Fighters por primera vez en México. Fue pura dinamita.
Todo comenzó hace dos meses cuando recibí una llamada rara e inoportuna un viernes por la mañana. Era mi similar en CIE diciéndome que tenía una noticia importante que contarme: los Foo Fighters estarían en diciembre en México por primera vez en su carrera, estaba confirmado. La coincidencia asustaba, y es que justo una noche antes yo le había contado a mi mejor amigo que uno de los grandes grupos que nos faltaba ver y que no se asomaba en el calendario, eran los Foo Fighters. Como a miles de personas, la noticia me tomó de sorpresa, me dejó sin habla, me shockeó.
Los Foo Fighters representan lo que yo y muchos queríamos ser de chavos, de quince años. Los Foo Fighters representan la vieja armada del rock. Los Foo Fighters le han ganado la batalla a los años y a las modas. A los hits y a la música desechable. A los nuevos ídolos y a las nuevas reglas. A un negocio que está en constante evolución. Los Foo Fighters son palabras míticas. Un conjuro que vivirá siempre merodeando en la historia de la música y en la conciencia colectiva de toda una generación.
Su historia se remonta a 1991 cuando explotó una bomba en Seattle. Bomba que se llamaba «Nevermind» y que era el segundo disco de Nirvana, una banda que revolucionó el devenir de la música y el de millones de jóvenes. En meses, «Nevermind» logró vender más de 12 millones de copias, robándole el primer lugar a «Dangerous» de Michael Jackson y superando a «Use Your Illusion» de Guns N’ Roses. Un parte aguas que divide la historia moderna de la música y el rock. Un nuevo género que se le llamó grunge y que ante el asombro de todos, era más escuchado que el pop. El coronel de Nirvana era Kurt Cobain, pero también se asomaba un talentoso baterista de nombre Dave Grohl.
Pero todo dio un giro trágico la mañana del 8 de abril de 1994. Kurt Donald Cobain apareció muerto sobre su garage, con tan sólo 27 años de edad. La noticia conmocionó al mundo entero: había muerto uno de los últimos genios del rock. Había muerto un revolucionario que inspiró cientos de bandas y ritmos. Había muerto un joven que había inventado un nuevo estilo desenfadado, vertiginoso y agresivo. Pero también había muerto un tipo atormentado y confundido. Aunque la autopsia reveló que fue a sangre fría y a mano de un revolver, la adicción por la heroína fue señalada como la principal causa de la depresión crónica y el suicidio de Kurt. Sin embargo, con el paso de los años se sigue escuchando entre los pasillos de la conspiración la teoría que relata que la verdadera autora intelectual fue su propia chica, Courtney Love.
Ante la tormenta y con 25 años, Dave Grohl siguió su camino. Regresó a un estudio de grabación en Seattle con canciones que había compuesto a la sombra de Nirvana pero con otra inspiración. Tocó todos los instrumentos de un nuevo proyecto que, sin saber exactamente lo que sería, llamó Foo Fighters. El demo gustó tanto entre sus amigos, que para cuando terminó el verano y el Mundial de futbol en Estados Unidos, Dave ya había juntado una banda con Pat Smear, guitarrista de Nirvana, el baterista Taylor Hawkins y el bajista Nate Mendel.
En 1995 salieron al aire con su primer álbum «Foo Fighters» que incluía «Big Me», «I’ll Stick Around» y «For All The Cows», canciones que no tardaron en convertirse en himnos. Había nacido un nuevo concepto de grunge pero ahora creado por otra mente brillante, la de Dave Grohl. Ideado en los momentos más oscuros de Nirvana, pero cargado de energía positiva, humor y pasión. Hoy, los Foo Fighters ya tienen en su bitácora 7 discos editados, decenas de giras mundiales, cientos de conciertos y millones de seguidores. Hoy son un referente obligado en la historia contemporánea del rock.
Por eso era histórico que tocaran por primera vez en México. Por eso causaron tal furor la semana pasada en la capital del país. Por eso tembló las noches del 11 y 13 de diciembre en el Foro Sol. Por eso despertaron contentos los guardianes de la Magdalena Mixuca y por eso se juntaron miles de personas en un campo de beisbol. Sí, por eso la luna quería estar llena y por eso la fiesta duró hasta que salió el sol. Por eso nos gusta el rockanrol.
Y como una perfecta sinfonía, llegaron en orden «All My Life», «Rope»,»The Pretender», «My Hero», «Learn To Fly», «Arlandria», «Breakout», «Cold Day In The Sun», «For All The Cows», «Big Me», «Stacked Actors», «Walk», «These Days», «Generator», «Skin And Bones», «Monkey Wrench», «Hey, Johnny Park!», «This Is A Call», «Best Of You», «Wheels», «Times Like These», «Dear Rosemary» y la mítica «Everlong». El miércoles tocaron más de 3 horas y nos hicieron volar con los covers de «Blackbird» de los Beatles e «In the Flesh» de Pink Floyd.
No se olvidará como extendieron la canción de «Monkey Wrench», tocando una épica rapsodia que superó a la versión del legendario concierto de Wembley en el 2008. No se olvidará cuando, desde el backstage y durante el encore, Dave Grohl aseguró que tocaría cinco canciones más a través de una cámara night vision que se transmitía en todas las pantallas del Foro Sol. No se olvidará cuando la banda hizo una pausa a la mitad de «Best of you», impresionados ante el enorme cántico que el público mexicano entonaba a todo pulmón. No se olvidará «Big Me», «Times like these» o «Skin and Bones». No se olvidará a Taylor Hawkins cantando un cover de The Wall. Nunca se olvidará el momento sagrado de «Everlong».
Y así, fuimos parte de la historia de una banda que vivirá por todos los tiempos y que confesó días después que todo lo que vivió en México fue sencillamente espectacular, que nunca se lo imaginó. Y así, fuimos testigos de como se entregó un grupo de músicos ante toda una afición. Como si volvieran los 90’s, como si volviéramos a perder el control. Y así, vimos como lloró otro genio de la música, pero esta vez haciendo lo que más le gusta, tocando rockanrol.