La historia comenzó alrededor del 1º de diciembre del 2019, al Este de China, en la capital de la provincia de Hubei, Wuhan. Ahí, se reportó una extraña neumonía que presentaron un grupo de trabajadores del mercado de mariscos de la ciudad; la causa era desconocida y la enfermedad llamó la atención de algunos científicos.
Pronto, los casos aumentaron y no pasó mucho tiempo para que se contagiara en toda la provincia. Desde el Oriente del mundo, se había disparado la alarma sanitaria.
Aunque la noticia aún no llegaba a todo el mundo, la enfermedad comenzó a contagiarse silenciosamente en el resto de China durante todo diciembre. También llegó a Corea del Sur y del Norte, y después se propagó por Asia Oriental. Para finales de año, se anunció que esta extraña enfermedad era causada por un virus, y pronto, la infección se volvió epidemia.
La OMS nombró a la enfermedad COVID-19, un acrónimo del inglés «coronavirus disease 2019», o la enfermedad del coronavirus. Al virus que causa la infección se le llamó SARS-CoV-2, ya que era un nuevo coronavirus. Se procuró que el nombre no hiciera referencia a ningún lugar, especie animal o grupo de personas, la intención era evitar cualquier estigmatización contra cualquier colectivo.
Para finales de enero, la epidemia seguía creciendo y la comunidad científica mundial comenzó a hablar en serio.
El caso Italia
El primer país de Europa Occidental que sufrió el golpe del virus fue Italia. Nadie sabe realmente cómo comenzó el brote.
Los primeros casos que se reportaron fueron a finales de enero, cuando dos turistas nativos de Wuhan presentaron los síntomas en Italia. Todas las personas que tuvieron algún tipo de contacto con ellos en esos días, dieron positivo. El 21 de febrero, autoridades reportaron un caso infectado a 60 kilómetros de Milán, en la comunidad de Codogno, región de la Lombardía que, en breve, sería nombrada el epicentro del brote italiano. Fueron muchas las causas de la explosión de casos.
Para el 28 de febrero, ya había contagios en 50 países del mundo, y en Italia comenzaba una tragedia humanitaria. Algunos dicen que faltó información oportuna, otros que hubo errores en las prácticas sanitarias y unos más comentan que mucha gente no se tomó las medidas en serio; muchos se fueron a las playas del sur o a esquiar a los Alpes. Para esa fecha, el 28 de febrero del 2020, los datos oficiales aseguraban que en Italia había 800 infectados y más de 20 muertos.
Nadie sabe a ciencia cierta quién llevó la enfermedad al norte de Italia y, para ese momento, ya era imposible rastrear al paciente cero, lo importante era contener la epidemia. Hoy, sabemos que Italia es el país con más decesos ante el virus, son más de 86,000 casos positivos y 9,134 fallecidos. El virus destapó decenas de dilemas éticos, psicológicos y sociales, y el país está sumergido en una infinita tristeza.
Una querida amiga que vive en Pisa, me dijo en estos días que el panorama es desolador. El toque de queda ha causado estragos en las dinámicas sociales y muchos resentimientos humanos han quedado expuestos. Las clínicas se saturaron, falta equipo médico y humano. La pandemia sobre pasó a todos y aún no se ha podido contener. Según lo que me cuenta ella, será una larga primavera en una de las cunas de la humanidad.
España y el resto del mundo
En España la situación también es muy delicada y Madrid es una de las ciudades de Europa con más casos. Al día de hoy, en toda España, ya suman 72, 240 casos; 5,690 decesos y 12,285 pacientes recuperados. El sistema sanitario, a pesar de ser robusto, también colapsó a mediados de marzo; los casos estallaron rápido, la curva de la pandemia no se pudo mitigar. Dicen, los que viven ahí, que se espera una recuperación muy lenta, tanto en lo social como en lo económico. Son épocas, una vez más, de austeridad.
Y así, el mundo globalizado se contagió. Hoy el virus ya tiene presencia en los 5 continentes y en países como Reino Unido y Estados Unidos, la emergencia no ha dejado de crecer. Cuentan historias en Nueva York en donde la ficción ha superado a la realidad. Esta historia de una pandemia o del fin del mundo, se replica a diferentes escalas y con nuevos significados. El cuestionamiento social, económico y político es una realidad.
Pareciera que la tierra está mandando un mensaje contundente y pareciera que muchos aún no quieren escuchar.
El gobierno de India ya cerró sus fronteras y preocupan las condiciones de marginación de muchos de sus habitantes. En otros países, como México y Alemania, el gobierno ha decidido no cerrar fronteras y hacer un balance entre el aislamiento necesario y las frágiles condiciones económicas de un 50% de su población. México es un país de 126 millones de personas, que, históricamente, ha presentado una desigualdad social y económica insultante.
Como en muchos países, hay una enorme incongruencia al tener unos cuantos multimillonarios (o magnates), y decenas de millones de pobres. La oligarquía mexicana no ha permitido que se iguale la distribución de la riqueza.
Wuhan se recupera
Hoy, Wuhan ya empieza a recuperarse. Cuatro meses después, vuelve a salir el sol del Oriente. Como después de cada gran temblor, llega el momento de levantarse, de reflexionar y de mirar para adelante. De reconstruir. Como dicen muchos ciudadanos del mundo, esperamos que también salgamos diferentes de esta crisis, que cambiemos viejos patrones de comportamiento, que cambiemos políticas públicas, ambientales y económicas. Puede ser el inicio de un nuevo camino, uno más justo, uno más parejo, uno que sea distinto. Uno más pacífico y llevadero. Puede ser.
Sigo al tanto desde Berlín.
Fuentes:
https://es.wikipedia.org/wiki/COVID-19