Quizás sea la sensación de desprendimiento, de desplazamiento, de levedad. Quizás sea la búsqueda desde la lejanía y la ausencia, desde otra mirada y otra realidad. Quizás sea el gusto por hacer un alto en el camino, entendiendo que el alma también necesita un respiro y le viene bien salir a explorar. Quizás sea hallarse en situaciones inéditas y guajiras que derivarán en historias que siempre nos dará gusto contar. O quizás, sólo sea darse el lujo de parar y reflexionar.
No sé bien cómo explicarlo, pero lo cierto es que hay algo mágico a la hora de viajar.
Para muchos, viajar es dejar atrás certidumbres y estar abiertos al cambio, soltar todo lo establecido y comenzar a fluir. Viajar significa abrir y cerrar ciclos desde otras geografías, otras perspectivas y otra inmensidad. En el viaje nos perdemos y nos encontramos, viajamos porque queremos conocernos a profundidad.
Viajar también es transitar otros mundos, escuchar otras lenguas y observar otras formas de vivir y pensar. Al salir de casa, se inicia el recorrido por lo ajeno y se experimenta con lo extraño, con “el otro”. En el viaje vivirás odiseas, superarás contra tiempos y conocerás personajes de novela. Con el tiempo, irás ganando batallas y comenzarás a conquistar hazañas que nunca olvidarás. Viajar, es escribir tu propia historia, tu narrativa.
Durante el recorrido aprenderás a vivir en el presente y a sorprenderte cada vez que te halles en situaciones atípicas y guajiras, situaciones fantásticas y momentos inéditos. Porque viajar es navegar en un mar de oportunidades, asombros y comienzos. Viajar es abrir la mente, despertar el espíritu y llenar los ojos de recuerdos. Viajar es comenzar de nuevo, porque el verdadero viajero se reinventa un sin fin de veces durante el trayecto.
Pero también habrá momentos malos en el viaje, las caídas son parte del camino. Habrá días que te asaltarán las dudas y los cuestionamientos, se aparecerán los miedos y se harán presentes los reclamos del ego. Habrá días sin comodidades, con carencias y melancolías; habrá días en los que no salga el sol. Pero eso también es parte del camino, atravesar los malos ratos te hará más fuerte, más humilde y más sabio, tu viaje se cargará de intención.
Así, algunos creen que el viaje es infinito y que nuestra vida es una constante travesía en la que nos saludamos y nos despedimos, en la que nos caemos y nos volvemos a levantar. Desde esta mirada, viajar es una transformación constante que se teje en espiral. Como lo dice el escritor italiano Claudio Magris, “el viaje siempre vuelve a empezar, como la existencia […] Viajar tiene que ver con diferir a la muerte, porque viajamos no para llegar, sino para viajar”.
Otros dicen que el verdadero viaje es el viaje de regreso a casa, el famoso «viaje de regreso a Ítaca». Como lo dice el poeta griego Constantino Kavafis, en este viaje dejarás tu tierra para transitar un camino lleno de odiseas, romances e infortunios. En este viaje circular, lo que realmente se disfruta es el camino, un camino que se va haciendo largo, sorprendente y desconocido. Ese es el camino a Ítaca, cualquiera que sea nuestra Ítaca, cualquiera que sea nuestro destino, cualquiera que sea nuestro hogar.
Al final, viajar es un enorme regalo, es un lujo y una dicha. Sea cual sea nuestro viaje, valdrá la pena agradecer el camino; valorarlo, disfrutarlo y vivirlo. Porque al final, de esta vida nos iremos con las manos vacías y sólo nos acompañarán los momentos que fuimos recolectando en el recorrido. De mi parte, siento que toda mi vida he estado viajando, y si tuviera que elegir de nuevo, lo volvería a hacer. Siempre volvería a viajar.
Referencias:
El Infinito Viajar/ Por Claudio Magris/ 2001
Ítaca, un poema nos recuerda que el viaje es más importante que la meta/ Cultura Inquieta/2017