Ayotzinapa vive

Algo está sucediendo en México. Desde hace muchos años, hay tierras de este país que están muy calientes; todos los días se derrama sangre y todos los días se abre fuego. Violencia injustificada contra todos los derechos humanos. No importa el partido político, todos tienen casos de complicidad con el crimen organizado. Son crímenes de estado. Y es que el amor está en tiempos de cólera y el pueblo ya está cansado. 

Este es el relato de una de las noches más salvajes que ha vivido mi país en los últimos 40 años. La reconstrucción de los hechos es derivada de la investigación del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes. Desde cualquier trinchera, es imposible sentirse ajeno.

El viernes 26 de septiembre del 2014 un grupo de al menos 80 estudiantes de la Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa se desplazaron de Chilpancingo a Iguala para tomar autobuses para ir a la manifestación del 2 de octubre en la Ciudad de México, una costumbre en las normales de México. 

Los estudiantes llegaron a Iguala en 2 autobuses, uno lo dejaron a las afueras de Iguala, y el otro lo usaron para ir a la central camionera donde tomarían 4 autobuses más. El convoy era de 5 autobuses en total. 

Al salir de la estación, 4 autobuses tomaron rumbo hacia el norte y el quinto se dirigió hacia el sur. Pasadas las ocho de la noche, los primeros 4 autobuses fueron atacados por policías municipales a la altura de la calle Galeana y ahí uno de los autobuses se separó. Ese sería el primero de varios ataques que recibirían los estudiantes de Ayotzinapa esa noche.  

Minutos después, los autobuses fueron nuevamente atacados, tanto el convoy que trató de llegar al Periférico Norte, como el autobús en solitario que se fue al este de la ciudad. En ambos puntos, algunos muchachos alcanzaron a escapar y otros se escondieron entre los asientos. Los policías capturaron a varios estudiantes, los pusieron contra el suelo y los levantaron en camionetas de la Policía Municipal.

Hay que decirlo con todas sus letras: fue un brutal tiroteo de diferentes calibres y a sangre fría contra un grupo de estudiantes. Murieron dos jóvenes en el momento y otro cayó después. Las balas perdidas también le quitaron la vida a una mujer, al chofer de un autobús y a un joven de 15 años que jugaba con los Avispones de Chilpancingo, de la Tercera División del futbol mexicano.

Fue una noche interminable. Desaparecieron a varios estudiantes, se llevaron a 43.

Para entender el contexto, es importante mencionar que en el campo de Guerrero las oportunidades para los jóvenes son mínimas y es de dominio popular que desde hace mucho tiempo los policías municipales, estatales y federales son parte del juego del crimen organizado. De hecho, las pruebas señalan que tanto la Policía Federal como el Ejército tuvieron conocimiento de todo el operativo contra los estudiantes y no hicieron nada por detenerlo. Todo indica que estaban coordinadas las autoridades y el crimen organizado.

Han pasado 4 años y aún no se sabe dónde están los 43 estudiantes. El gobierno federal ha cambiado varias veces el discurso y su versión de los hechos, y hasta la fecha, se aferra a su “verdad histórica” que señala, con lagunas en su investigación, que fue el crimen organizado el único autor de los hechos.

Sin embargo, desde hace 2 años, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) entregó un informe en el que implica al gobierno local, estatal y federal en el ataque armado. El gobierno actual nunca reconoció el informe de dicho grupo de expertos independientes, e incluso, y según varios testimonios, ha complicado el proceso. 

Hay una hipótesis que señala que los autobuses que tomaron los estudiantes tenían droga y que el narco -coludido con la policía, el gobierno y el Ejército- no podía dejarla en manos de los estudiantes, era muy alto el riesgo. Por eso la urgencia de recuperar los autobuses, por eso el ataque desmedido e inusual contra unos estudiantes. Por eso la crueldad. 

Lo cierto es que México vive momentos importantes y decisivos. El movimiento social frente a Ayotzinapa sigue creciendo y el 26 de septiembre no se olvida. Incluso, hay presión para que el caso sea abierto e investigado de nuevo. Y es que los familiares de las víctimas quieren una respuesta y quieren justicia. 

De mi parte, también exijo justicia y exijo que se conozca la verdad. Porque este país se merece recuperar la paz. Porque merecemos transparencia. Porque me niego a pensar que no tenemos remedio, porque no puede ser que en México, todos los días sean días de muertos.