La ceiba maya

Eres un árbol cósmico que puso sus raíces en el inframundo y que en lo alto tocas la eternidad. Eres un árbol de vida que representa la creación del mundo. Eres un símbolo de geometría para la civilización maya y una puerta sagrada entre el cielo, la tierra y el inframundo. Eres parte del todo y eres divinidad. Tus hojas le señalan el camino al sol y apuntas a los cuatro rumbos; cortas a la esfera celeste en dos puntos. Y por último, dibujas el camino del sol por la escalinata celeste y marcas la pirámide invertida que pasará el sol en el camino de la noche. Eres Ya’axché, la ceiba sagrada, el árbol en donde siempre volverá a nacer el sol.

Según algunas interpretaciones, en la cosmovisión maya el hombre es el eje del universo y tiene en sus manos la existencia y el manejo de todo lo que lo rodea. A su vez, el sol es el elemento supremo que nace y muere todos los días y que en su trayectoria marca la geometría del mundo. El sol marca el inicio y el fin de los ciclos; de las estaciones, las temporalidades, la siembra, entre tantos aspectos de la vida y el ser humano. Es por eso que los mayas se volvieron grandes matemáticos, biólogos y astrónomos, querían estar bien enterados. 

Para muchos investigadores, como la brillante mexicana Mercedes De La Garza, los mayas representan al mundo con tres grandes símbolos: el cielo, dividido en 13 niveles y en forma de una pirámide escalonada; la tierra, concebida como una plancha cuadrangular; y el inframundo, dividido en 9 estratos que están representados como una pirámide invertida.  

Dicha plancha cuadrangular toca en sus cuatro vértices a los cuatro rumbos, que son puntos inter cardinales y espirituales con diversos significados. Y en cada uno de estos cuatro rumbos, se eleva una ceiba sagrada que sostiene la pirámide celeste y la plancha terrenal. Las cuatro ceibas están acompañadas por un guardián, o Bacabe, que cuida de la existencia y el devenir del hombre y la mujer, y justo en el centro de esta gran plancha terrestre, se yergue la ceiba verde, gran ceiba madre, que es el “axis mundi” del universo.

Esta gran ceiba – o “ya’axché”– es la conexión espiritual que tiene el ser humano con el cielo, la tierra y el inframundo; sus ramas tocan los 13 cielos y de sus raíces cuelgan los 9 estratos del inframundo. La ceiba conecta el mundo material y espiritual, y en geometría, representa el eje que corta la tierra en dos, dibujando dos líneas perpendiculares que se cruzan en el centro y que forman cuatro ángulos de 90 grados. Esa cruz imaginaria, es la cruz que está presente en tantos símbolos mayas. 

Así, los 13 cielos forman una pirámide celeste y los 9 estratos del inframundo forman una pirámide invertida. Cada escalón de ambas pirámides simbolizan las 24 horas del día, desde que sale el sol a las 5 de la mañana (primer escalón de la pirámide), el paso del sol por el zenit a las 12 del día, la puesta de sol a las 7 de la tarde, el paso del sol por el inframundo a la media noche, y el nuevo nacimiento del sol a las 5 de la mañana. Así, el tiempo es cíclico y la ceiba sagrada dibuja la escalinata celeste y el camino de la noche y la oscuridad. 

Por último, la ceiba verde también simboliza el ombligo del mundo o el punto que conecta al vientre de la madre tierra con todo lo que existe en el exterior. Y justo en ese encuentro, se ubica el hombre y la mujer, capaces de abrir la puerta entre los tres mundos (cielo, tierra e inframundo) y teniendo a la gran ceiba sagrada como conducto y guía.

Es por eso que la ceiba maya es una ceiba divina. Es un árbol que en su anatomía simboliza tres grandes campos del conocimiento maya: el camino del sol como parte del conocimiento astronómico, la geometría de la tierra como parte del conocimiento matemático, y el contacto del hombre con el cielo y el inframundo, como parte de la dualidad del hombre y el conocimiento espiritual. Gran madre ceiba, ceiba verde y ceiba divina; eres Ya’axché, la ceiba sagrada y el árbol en donde siempre volverá a nacer el sol.

Fuente:

Cosmovisión de los Mayas Antiguos, por Mercedes De La Garza