Hacia la izquierda

Por primera vez desde que tengo uso de razón, mi país será gobernado por un presidente con ideología de izquierda. 

El domingo pasado la mayoría de los mexicanos decidieron darle un voto de confianza a la alternancia y apostar por una propuesta que ha manifestado que su prioridad será apoyar a los más pobres. Desde tiempos de Lázaro Cárdenas, no había un jefe del ejecutivo con ese perfil político y social. El domingo pasado, más de 50 millones de mexicanos decidieron cambiar el rumbo del país, y esta vez, giraron hacia la izquierda. 

Más allá de las diferencias ideológicas que nos dividen como sociedad, pienso que la jornada electoral del 1º de julio del 2018 pasará a la historia en México por muchos motivos y merece tener varias lecturas. Es saludable ventilar el tema. 

De inicio, creo que la victoria de Andrés Manuel López Obrador representa una larga lucha social que comenzó hace varias décadas y que se fue fraguando entre valientes generaciones. Es la victoria de muchas trincheras y muchas causas. 

Se abrió camino con el movimiento ferrocarrilero del 58’ y el movimiento médico del 65’. Tomó fuerza con el movimiento estudiantil del 68’ y la insurgencia sindical de los años 70. Estuvo presente en la reacción ciudadana del terremoto del 85’ y salió a manifestarse en el ’88 contra la caída del sistema. Fue la misma lucha que ganó en el 97′ con Cuauhtémoc Cárdenas en la Ciudad de México y la que fue oposición en el gobierno de Fox, Calderón y Peña Nieto. Lo que sucedió el domingo, es la suma de muchas personas y muchos años; hubo mucha gente valiosa que trabajó por eso. No ganó en soledad López Obrador, ganaron las causas.  

De igual forma y como lo dijo Lorenzo Meyer: “la elección es el resultado de una rebelión de los ciudadanos ante el hartazgo por la corrupción, la impunidad y concentración de la riqueza”. Una rebelión contra las enormes distancias que existen entre las élites y el pueblo, entre los grupos más vulnerables. Fue una rebelión contra un régimen en decadencia. Una rebelión que castigó al sistema, al pacto de impunidad y a todas sus estafas maestras. Una rebelión en la que, por medio del sufragio, el gobernado se convirtió en ciudadano participante y guardián de su voto. Una rebelión democrática y en paz.

Coincido con Denise Dresser cuando dice que López Obrador supo entender el enojo que vive nuestro país y supo encausarlo. La victoria de Andrés Manuel, es la victoria de los marginados, de los indignados, de los que permanecen en el olvido. Es la victoria de todos los que están en contra del robo masivo de recursos públicos. Es la victoria contra el modelo neoliberal mexicano que no distribuyó la riqueza y dejó en pobreza a la mitad del país. Es la victoria de los que creemos que urge darle voz y consultar a los pueblos indígenas, escuchar a los pueblos originarios de México. 

También, creo que el domingo vivimos una jornada democrática ejemplar. La participación ciudadana fue del 63 % y más de 50 millones mexicanos votaron. A su vez, los grupos de poder, tanto político como económico, respetaron la decisión ciudadana y no intervinieron para afectar los resultados. También, los principales medios de comunicación fueron transparentes con la información y el Instituto Nacional Electoral no titubeó en confirmar la distancia de 32 millones de votos a favor de la coalición “Juntos Haremos Historia”. 

Horas antes de tener los primeros resultados oficiales –y en un acto de civismo inédito en la política mexicana– los rivales de Andrés Manuel reconocieron con dignidad el triunfo de su movimiento. 

Por último, soy de los que cree que ahora viene el momento de que dicha izquierda logre sortear los obstáculos que aparecerán en el camino, es momento de no fallar. Como lo escribió el politólogo José Merino, «ahora los ciudadanos vigilaremos que se trabaje por el bien de una sociedad plural que exige una transformación sostenible e incluyente en donde las instituciones sean honestas y garantes de nuestros derechos». La gente espera un gobierno que permita la rendición de cuentas, la libertad de expresión y facilite mecanismos de control. Como dice Merino, «queremos ser ciudadanos autónomos y emancipados partícipes del cambio», ahora es tiempo de corresponder.

Así, el péndulo político en México viró hacia la izquierda pero ahora el nuevo gobierno deberá incluir a todos para levantar a un país que no será perfecto, pero que merece ser más justo, más equitativo y más parejo. Uno que merece estar menos dividido y merece la reconciliación. Más allá de nuestras diferencias, nos toca trabajar a todos para que sea así. 

Referencias:

Triunfo de AMLO, resultado de una rebelión: Meyer; “es el destripamiento del dinosaurio priista”: Dresser / Aristegui Noticias

Un día después y el día que viene por José Merino/ Nexos