El temazcal

Estás entrando al vientre de la madre tierra. Al espejo humeante, al gran espíritu. Un lugar donde se abren las puertas de los cuatro rumbos, donde conviven el agua, el aire, la tierra y el fuego, donde se une el pasado y el presente, donde se toca la otra realidad. Un sitio donde muere y vuelve a nacer el sol, en el que se comparte la palabra y se escucha el silencio, en donde se intercambian sentimientos. Entras con el permiso de los guardianes del lugar y bajo la guía del hombre y de la mujer fuego; entras con humildad y con respeto; entras con una intención. Ya huele a ruda, menta y romero: estás entrando al temazcal y aquí eres un aprendiz.

El temazcal es mucho más que un baño de vapor. Según los estudiosos del tema, su sentido es acceder a otra dimensión dentro de la misma tierra física en la que nos movemos, se trata de abrir un espacio sagrado en la cotidianidad, con todo lo que esas palabras significan. Si el temazcal es terapéutico, el énfasis será la sanación del cuerpo físico y las emociones; y si es ceremonial, lo fundamental será el vínculo de los cuatro elementos fundamentales de la naturaleza con el espíritu. No necesita una arquitectura específica, no hay un método único y se han encontrado huellas de temazcales en todas las civilizaciones originarias del mundo.

Parte de la magia de un temazcal es que ninguno es igual y el ritual cambia según la geografía y la filosofía de cada pueblo, y según el maestro que fue iniciado en el saber y el tratamiento del fuego. Según la cosmogonía mesoamericana, el temazcal se convierte en un ser vivo en el que conviven las energías del lugar y de los ahí reunidos; que se alimenta de la singularidad de cada persona presente. Así, la esencia del temazcal es recordar el vínculo con las energías del cosmos y de todo lo que nos rodea para acceder a un plano que no está al alcance de los sentidos pero que existe. Y es que como dirían los sabios mayas yucatecos, somos parte de un todo y todo está unido. 

La celebración que yo conozco inicia pidiendo permiso a los leños que darán su vida como ofrenda al abuelo fuego para que las piedras que ahí se calentarán tomen una nueva entidad y se conviertan en sabias “abuelitas” que serán las proveedoras de la medicina espiritual. Una vez que la hoguera ha calentado a las “abuelitas”, la mujer fuego envuelve a los participantes con el incienso del copal que arde en el sahumerio y que permitirá que se abran los poros del cuerpo y las ventanas espirituales para poder realizar el trabajo personal. Tocando el pecho con el suelo, los integrantes entrarán al semi círculo que representa el vientre materno que está por dar a la luz gracias al milagro de la fertilidad.

Ya adentro, el hombre fuego irá abriendo las puertas de los cuatro rumbos, mencionando el color que es parte de su elemento, relatando su significado y agradeciendo al guardián que las protege. Entre cada puerta, la mujer fuego verterá en las «abuelitas» el agua que fue preparada con plantas medicinales, para extraer un vapor sagrado que circulará entre todos los presentes en esa bóveda celestial. Entre cada puerta, se abrirá también un espacio para el silencio, la meditación, la reflexión y para compartir ideas y sentimientos. Un espacio para la catarsis en contacto con la divinidad. 

Para la filosofía maya yucateca, la primera puerta que se abre es la del rumbo Oriente, protegida por “Chac Xib Chac”, que representa el color rojo y significa el nacimiento del sol. Después, se accederá a la puerta del rumbo Norte, protegida por “Zac Xib Chac”, que representa el color blanco y hace referencia a la sabiduría de los más grandes del clan, la reflexión sobre la experiencia. Seguirá la puerta del Poniente, protegida por “Ek Xib Chac”, del elemento negro y que representa el inframundo –mismo que no es entendido como un mundo debajo del nuestro o como un infierno, simplemente es otra realidad–. Por último, se abrirá la puerta del rumbo Sur, resguardada por «Kan Xib Chac», el elemento amarillo, que hace alusión al maíz como  una planta sagrada que surge del ingenio del hombre y es creadora de nuestra vida.

Todo este relato me lo narró un hombre fuego al que admiro profundamente, que fue iniciado por un hmen maya, y que resulta ser mi papá. Él me explicó que es fundamental seguir transmitiendo esta sabiduría de generación en generación por medio de la palabra viva, y es que quien oficia un temazcal, fue iniciado por otros, que a su vez fueron iniciados en su propio tiempo y espacio. Así se va tejiendo una especie de linaje del saber ancestral que tiene la intención de compartir la facultad y el don de correr un temazcal con todo lo que esto significa. Es clave que esta sabiduría permanezca y siga su camino hacia el horizonte, porque así podremos seguir siendo co-creadores del universo y de la divinidad.

Por eso, hoy estoy convencido de mi papel como un humilde aprendiz porque algún día me gustaría ser un hombre fuego: un curandero que pueda compartir la sanación de la mente, de las emociones, del espíritu y del cuerpo. Que así sea, mi maestro es mi papá.