Querido Padre

Sé que no te gusta hacer tanto revuelo en estas fechas, pero creo que vale la pena hacer un alto y celebrar toda la vida que te rodea.

Celebro un año que fue punta de lanza en tu devenir por esta tierra. Un año en el que se consolidaron sueños que desde hace tiempo venías cargando en la maleta. El sueño de ponerle nombre y cabeza al proyecto de la Asociación Pro Comunidades Mayas en Yucatán, que desde Tamanché, ya late con fuerza.

También celebro tu valentía. El desafío de no abandonar tus ideales y utopías, recorriendo los pueblos originarios con toda su sabiduría y grandeza. Celebro el llamado de tu sangre, que busca aprender de nuestros abuelos indígenas y transitar con gozo su cosmovisión, su filosofía y sus estrellas.

Celebro toda tu fuerza para lograr combinar tus pasiones con la enorme responsabilidad de ser padre de familia. Celebro también la manera en la que enfrentas todos los días menudos duelos desde un Tribunal y la maestría con la que los atraviesas. Celebro tu entrega.

Y por último, celebro darme cuenta que, después de todo, tú y yo somos más parecidos de lo que creíamos. Me emociona ver cómo nuestros caminos y sentimientos se encuentran y se reconocen desde tantas trincheras. Es un honor identificarme contigo. Cuando te escucho, te veo, y te sigo, me doy cuenta que compartimos muchos rasgos y tejidos que nos mantienen unidos. Celebro que yo soy otro tú, como tú eres otro yo. In lak’ech…

Así que valía la pena decirlo. Agradecer todo el apoyo que me has dado durante todo el camino y celebrar tu mágica existencia. Decirte, que de todo corazón, te quiero muchísimo.

Un beso y un abrazo enorme, Pa. Feliz vuelta al sol…