Todavía me acuerdo de la temporada 91-92 cuando el impecable Milton Queiróz “Tita” logró que el León se alzara Campeón ante Puebla. Todavía me acuerdo de la 90-91 que se decidió en Ciudad Universitaria con un riflazo del “Tuca” y un hábil truco de Juan Carlos “Vera” para que Pumas venciera al América en un dramático duelo. Todavía me acuerdo del súper “Necaxa” de los 90’s y sus tres Campeonatos logrados por Alex Aguinaga, Ivo Basay, Ricardo Peláez, Nicolás Navarro, el “Ratón” Zarate y un tal “Cuchillo” Herrera. Sé de la época dorada del Águila en los 80´s que se llevó cinco Campeonatos con jugadores de la talla de Zelada, Hermosillo, Alfredo Tena y el brasileño Antonio Carlos Santos.
Todavía me acuerdo cuando en México existían los torneos largos que duraban un año entero, y no sé si es la nostalgia o la edad, pero sigo convencido que eran más emblemáticos; tenían más emoción, más calidad y menos ego.
La Liga Mexicana de Futbol comenzó de manera austera en 1922 con tan sólo siete equipos: el Club México, el Real Club España, el Germania FV, el Club América, el Asturias F.C., el Club Aurrerá y el Necaxa. Desde el inicio, se adoptó el sistema de las mejores ligas del mundo, donde el Campeón era el equipo que conseguía más puntos después de un año de juego.
Pero en 1970 comenzaron los “inventos” mexicanos para conseguir más ganancias bajo el discurso de un mayor espectáculo y competitividad. Así surgió la “Liguilla”, que es en una especie de segunda ronda donde los ocho mejores equipos comienzan de cero y se disputan partidos eliminatorios desde los Cuartos de Final. Los duelos pueden llegar a los tiempos extras, y si es necesario, a la fatídica tanda penal. Aunque para muchos este sistema era ilógico e injusto, los estadios se llenaban, las entradas subían de precio, los ratings televisivos se disparaban y aumentaban las ganancias en publicidad. Las “Liguillas” eran atractivas a corto plazo, pero ponían en el tintero el auténtico nivel de nuestro futbol.
Sin embargo, creo que el gran error de la Liga llegó 36 años después cuando se decidió replicar el modelo argentino de dos torneos cortos por año. Así, en 1996 se creó una nueva estructura e imagen y surgieron los torneos de “Invierno” y de “Verano”, mismos que años después se transformarían en “Apertura” y “Clausura”. Aunque los dueños de nuestro futbol se justificaron diciendo que buscaban más frescura y entretenimiento, en realidad era evidente que todo el negocio se duplicaba con dos “Liguillas” y dos Campeonatos por año. Los ingresos se multiplicaban, pero se dejaba a un lado la seriedad de nuestra Liga y la búsqueda de un mejor juego.
Y es que soy de los que piensa que los torneos cortos le han quitado estabilidad y trabajo de fondo al futbol mexicano. No existen procesos ni proyectos a largo plazo en nuestros clubes y tanto jugadores como entrenadores están sujetos a la tiranía del mercado y de los resultados inmediatos. Cada seis meses la mayoría de los equipos se desmantelan y cambian su plantilla y su estilo de juego. Pareciera que el trabajo hecho se pierde y se empieza de cero. Por la necesidad impaciente, cada seis meses se hace a un lado a los jóvenes mexicanos y los clubes gastan una fortuna en jugadores extranjeros.
De igual forma, siento que con los torneos cortos se fomenta el conformismo y una especie de mediocridad. Y es que a pesar de una pésima temporada, un equipo puede volverse a meter a la pelea por el Título con una racha de cuatro juegos ganados. También son frecuentes los incongruentes casos de equipos que en un torneo son Campeones y seis meses después se desmantelan y terminan en el fondo de la tabla general. Aunque nos duela aceptarlo, este tipo de formatos y conductas hacen que nuestro futbol sea guajiro, sui géneris y confuso en el resto del mundo. Cada año que pasa, la distancia con las grandes ligas crece más.
Y es que aunque parezca absurdo, durante los últimos 18 años han salido 37 equipos Campeones y se han jugado más de 500 partidos eliminatorios, un escenario que complica la continuidad de un cuadro, la construcción de un estilo de juego y la búsqueda de una regularidad. En mi opinión, con tres meses y medio de torneo, le das muy poco tiempo a un proyecto para que madure y se pueda consolidar. Se tijeretea y se parcha sin remedio. Sube, baja y se vuelve muy informal. No se ve crecimiento.
Así, me uno a los que piensan que nuestro balompié podría tener un mejor contenido si se dejara curar por más tiempo. Si volvieran los torneos largos, el futbol mexicano dejaría atrás el rezago de los últimos años y tendríamos la misma forma de compararnos con el resto de los grandes torneos. Se abrirían y se cerrarían ciclos, no se interrumpirían. Se conocerían más los jugadores, los equipos y las ideas del técnico. Incluso, podríamos convencer a los dueños de la Liga que nuestro futbol se volvería más rentable si subiera la calidad de juego. Qué ironía, la sensatez volvería con el manejo del tiempo.