No sé lidiar con la muerte, no sé qué se hace con ella. Me gustaría faltarle el respeto, que devolviera un poco de todo lo que se lleva. No sé lidiar con la muerte, no sé qué hacer con el vacío que deja; el que quita el aire, el que quiebra. Me gustaría negociar con ella, firmar un contrato o pactar una tregua.
No sé lidiar con la muerte, no sé si se burla o si enseña. No sé por qué nos mantiene a prueba. Me gustaría saber quién le partió el corazón, cómo perdió la razón y cuándo se volvió una ingrata imprudencia. No sé si entenderla es lograr otro nivel de conciencia; olvidar la materia, elevar el espíritu y valorar lo que nos rodea.
No sé lidiar con la muerte, no sé contestar esa llamada, no sé despertar ni dormir con ella. Siento que la culpa me apodera. Nunca fui bueno con los duelos y las separaciones. Y es que después de la noche más triste, qué es lo que queda. Y sólo de pensarlo, vuelve el nudo en la garganta que desde ayer me quema.
No sé lidiar con la muerte, mínimo déjenme hablar con ella.
(En memoria de Aisha, la gran labradora de la familia 2000- 2013)